miércoles, 29 de diciembre de 2010

Roto y Descosido. San mártir perdedor.

Atención lectores que este capítulo va a empezar así como de rayo, sin entrada, prefacio ni nada, y caerá sobre vuestros ojos como una gota-aguja de la lluvia del centeno. Porque lo escribo yo y porque puedo, este capítulo no tiene introducción.”¡¡Dios mío!! ¡¡Lo ha atrapado!!”. Las caras de Roto y Descosido no daban crédito, ni microcrédito, a lo que estaban viendo. Por la Tv se veía un canino oregilargo descuartizando y seccionando vísceras que brillaban bajo un sol de justicia. La sangre que no resbalaba por sus colmillos se agolpaba reseca en su hocico que resollaba venganza. Puesto que era un banquete anhelado, un sueño cumplido entre una nube de plumas azules que bailaban al son de un country forajido.

-¡Lo ha atrapado! ¡El Coyote ha atrapado al Correcaminos!- Aulló Roto.
-¡Qué se joda ese pájaro azul!- masculló Descosido.

Vaya para los constantes que, después de años y años, de estudios, tesis y ruegos a la Droide, de millones y millones de euros de su familia invertidos en ACME y varios centros de alcohólicos anónimos, ese día sí, ese día el Coyote había hecho morder el polvo al Correcaminos haciéndole pagar su arrogancia eterna. Y a Roto y Descosido les hizo tanta ilusión que desabrocharon una botella de Champagne vietnamita y brindaron bocabajo por el Coyote.

Al descorchar, tres minutos después, la tercera caja de botellas, empezaron a escuchar los primeros cohetes y disparos por la calle, acompañados de gritos de mariachis y ciborgs en celo. Al parecer la noticia había llegado a más pantallas y la noticia empezaba a correr como la cocaína o como nunca más lo haría el Correcaminos.

Rebobinamos un poco como si no hubiéramos estado en casa de Roto y Descosido, entonces habríamos visto como el mundo se paralizaba STOP delante de cada pantalla de Tv. Los corredores a gatas de las cintas de los salones recreativos pararon su ejercicio, las viejas hilanderas de la estación dejaron caer sus husos en los charcos de vómitos de los abandonados borrachos, incluso los levantadores de koalas fijaron sus pupilas estrábicas en las fauces feroces del canino vengador deshojando pluma por pluma un 'te como no te como' de segura resolución. Pero eso fue en ese justo momento en que lo atrapo y no ahora, cuando volvemos al balcón de Roto y Descosido y los mariachis se entregaban al tequila y los balazos, saltando encima de los tanques soviéticos.

En la otra parte de la ciudad ejecutivos cavernosos de ACME se lanzaban al vacío viendo la inminente crisis al perder a su único y más fiel cliente, el que había pagado los estudios de sus gatos y la comida de sus víboras. Adiós a ellos. Y no era una víbora sino una serpiente de personas la que iba en dirección a Canaletas para celebrarlo, besándose como nunca antes lo habían hecho, declarando el fin de la guerra más televisada de la historia, que por fin había terminado.




Aprovechando tal fiesta, las tiendas de ultramarinos hacían su agosto vendiendo camisetas del Coyote vencedor. El mundo entero parecía haberse tetraplejicado en un segundo volador y se rendían a los pies del Coyote. Por su lado, Roto y Descosido decidieron sumarse a la celebración, incluso Descosido se había puesto su gorro de Coyote para homenajearlo, y cantaban himnos del desierto. Y es que por fin los perdedores, que somos casi todos, habían encontrado a ese paladín que les redimiera y les sacara del mundo de la cabeza gacha y los hombros encogidos como caracol por un día. Todo un sentimiento de reconquista universal representado en un cuadrúpedo mudo y orejudo.

-¡Viva el Coyote! ¡Abajo el burgués!- gritaban algunos.
-¡Viva Walt Disney!- relinchó uno llamado Chen Liu.
-¡No es de Walt Disney!- le respolinchó Liu Chen, -es de Hanna Barbera.
-¡Pués viva esa mujer!-apunlinchó Chen Liu
-¡Son dos hombres, asifonado!- concreto Liu Chen.
-En realidad creo que son de Warner Brothers- intervino el recién llegado Chan Li
-¡Pues viva la alcachofa!

La muchedumbre enloquecía y rompía las jaulas de los pájaros ya extinguidas de Las Ramblas, otros devoraban avestruces con palillos y un tumulto de médula simple decidió liberar a los coyotes del Zoo, costando la ocurrencia la vida a diez abuelas y 3 vegetarianos fueron heridos, una perra fue violada también.

-¡Viva San Fermín! - gritaban algunos llegados de Laponia.
-¡Gora!- respondían, -¡Lenin presidente!.

Se abría una nueva era para los perdedores, hasta Raskolnikof saltaba de alegría, Djukic se olvidaba de su penalti y Salieri lloraba desconsolado abrazado a una farola. Incluso fue éste último quién, y como buen católico, acudió al Vaticano minutos después pidiendo la canonización inmediata del Coyote. Debidos a los golpes y cañonazos, el mismo Papa tuvo que recibirlos en chilaba y aceptar la primera canonización exprés según por la tarifa estándar CV/89 de soborno episcopal. Y se estableció de este modo el 23 de Thermidor como el día de San Coyote, desplazando al pobre guisante, patrón de los imposibles conseguidos con tenacidad y de los coyotes mudos. La noticia no tardó en centrifugarse por todas partes y pasó del Vaticano a los sucios bares, e incluso los esquivos esquimales se mostraban emocionados por TV, besando sus cruces y asegurando que se vestirían de nazarenos el próximo hanuká.

Pese a que la fiesta terminó varios bienios después y dejó una resaca de aúpa, batiendo récords de ibuprofeno y cianuro destilado sin azúcar, especialmente entre los niños, hubo 5000'17 detenidos por la REALIDAD por haberse olvidado de ser perdedores, incluidos Djukic y Raskolnikof dieron con sus huesos en la prisión. Por otro lado, Roto despertó colgado de una antena y con una batidora en sus manos, mientras que a Descosido hubo que ir a buscarlo a Madagascar e intervenirle para quitarle 4 tatuajes y 9 piercings que no recordaba cómo ni dónde. Pero 1 año después todo volvía a ser más o menos igual excepto en la televisión, donde un programa de un conejo que perseguía talibanes sustituyó al del Correcaminos y el Coyote. Ya nada sería lo mismo, ni para ACME ni para Salieri, pero la vida debía continuar. Y lo hizo.

No fue hasta 6 meses y tres ladrillos después cuando en letra de hormiga y en un periódico local de un país desaparecido, apareció la noticia del suicidio del Coyote, quien quizás no pudo soportar el vacío enorme de una derrota vengada, de un logro imprevisto, tan acostumbrado estaba a perder que no quería vencer y lo tuvo que hacer por inercia o por compromiso. “Al fin y al cabo”, decía el periodista W.B.Forrester, “¿Qué sería de nosotros sin el fracaso?”. No pudo más y se nos fue al cielo de los coyotes, sólo. Incluso el periódico afirmaba que, después de nada no era mudo, y que su única palabra antes de morir había sido “perdón”. Puesto que un perdedor es un perdedor, aquí y en la cara escondida de la Luna, y ni siquiera un santo en vida puede soportar una indigestión de barbitúricos ni la pérdida de su derrota.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Descosido. Sus buceos



A veces, por el ejemplo una mañana de Navidad, todo pierde el engranaje falso de la normalidad y el viento se enladrilla y se llena con un tornado de vacías palabras estancadas, o los verdugos de la noche roen los tuétanos del silencio y les da por hablar. Y todo es horrible y huele a azufre hervida, e incluso cambia el humor de cada semilla. Y a Descosido se le revuelven los odios y las hachas, y aunque en todas partes se cuecen balas y sacacorchean estupideces, a él le pesan demasiado los recuerdos, los párpados y los días de cuando Ella. Y no, no le gusta.

Y es en esos días cuando sube 100km a la noche para ir a la playa que él mismo se diseñó con plastidecores en un cartón. Conduce su tanque con un gorro de natación cubriéndole las orejas, hecho que le ayuda a no oír los tifones ni los bazucacos de sandeces . Una vez la playa ve como Descosido se acerca, las primeras olas extenuadas suplican a la orilla que las retenga antes de volver rendidas hacia el mar. Y así todo el tiempo, piensa Descosido. Y pone los pies en las primeras aguas que, acogedoras, rodean sus tobillos con delicadeza. A cada paso Descosido se va quitando la ropa y se desviste de todo, de orejeras y hasta de sí mismo para zambullirse a dentelladas.

Y baja.

Y ve ese fondo donde los corales abandonan su rigidez falsa y se amelaman con el concierto de los caracoles de mar. A baja allí donde a las sirenas sus padres no les dejan ir por cosa del qué habrá y el qué dirán. De vez en cuando se le cruza una sirena que nunca existió puesto que era una ilusión y como todas, auditivas. Pero la sal silenciosa le diluye las marejadas de su cerebro traqueteado y lo ve todo más claro: no es más que un tarado con sombrero de ala interior.

Pero baja.

Y el coral cambia su habitual actitud de comunista resentido y los mejillones le lanzan salvas y espumarajos multisalares que gritan que es Descosido de nuevo y así se siente menos miserable y real. Incluso las autistas de las ostras le observan tras el visillo andaluz y los esqueletos de piratas pirados bailan pautadas polcas por romerías.

Y es allí, en ese profundo mar donde ya no es necesario respirar, digan lo que digan los burócratas de Washington, donde Descosido se olvida de todo, incluso de que no sabe rezar, y danza espirales que hacen callar a tritones y nemos de alquiler. Y di que sí, que les den.

Y baja. Y una vez allí donde la larva de exterilium llora a mares y los zu cristatus se agazapan en bandada en sus bibliotecas, es cuando Descosido dice basta y mira a la cámara y grita, grita como si se hubiera inventado el grito y dijera allí lo dejo, y Poseidón jura y rejura jamás haber escuchado tal cansancio escarchado.Justificar a ambos lados

y cuando termina, después de trienios y cuerdas vocales desgarradas, simplemente se deja ir de nuevo, y su cuerpo sube como el precio de la angostura, y las sirenas tuertas le aúpan como un residuo helado y tierno. Y arriba y arriba, por Ella será, por Ella será. Y cuando llega a la superficie ya ni el sifón de los días pegajosos le atormenta y se deja flotar a la deriva, quien sabe si un día llegará a la isla desierta esa que soñó un día en una barra que bostezaba sus discursos mientras un gorro de natación nadaba a mariposa entre cubitos deshechos.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Roto y Descosido. Ella y el laberinto



Ese día rebuznó muy temprano, cuando casi todavía era de noche. Descosido se despertó empapado, sudando tinta y cereales, agitándose en su cruz como un merluzo extraviado. Miró el reloj y todavía estaban en la Antigua Grecia. En su pecera, Roto burbujeaba a saber qué sueños.

Se descolgó y preparó su tercer café con escayola cuando una pedrada nuquera que subió por el ascensor le avisó de que Ella estaba en el norte, allá donde el Minotauro. Pese a que las dudas arrasaban sus nervios como una plaga de interrogantes, decidió vestirse de atún rojo y emprender el camino norteño. Roto se apuntó por lo del turismo helénico y por ir a la pata coja, hecho que le agradaba los días de lluvia. Durante el trayecto sonaba el silencio de Descosido, con la voz de Dédalo en su cabeza y el recuerdo de Ella en su garganta.

Después de esperar tres meses para obtener el visado, Minos es escrupuloso donde los haya con la inmigración, rellenar cientos de formularios M/76 y verse obligados a aprender griego clásico en sus cuatro dialectos (¡Qué difícil era el arcado-chipriota!), llegaron a norte de la ciudad, justo donde el taxista les había indicado que estaría el laberinto. Roto trasteaba con sus pupilas cerradas entre sus recuerdos mientras Descosido vacilaba más que caminaba, tieso como una I mayúscula, avanzando con los poros erectos y su sangre en centrifugado..¿Qué le diría? ¿Cómo reaccionaría? Ella, tanto tiempo había pasado, esa piedra había escarbado recuerdos del calibre de un ciclón y resonado campanas de difícil interpretación.

Los tranvías silbaban salvas a Minos por todas partes, quien hacía poco había pactado con Mojo Poco. Pero no fueron los tranvías sino el brinco de un gañido estertóreo lo que les collejeó los oídos. Ambos giraron la cabeza y la imagen de una úvula bailando por sevillanas fue lo primero que vieron, incluso antes de que el siguiente gañido les abofeteara y provocara que Roto protegiera su tercera oreja.

Al parecer era Ariadna, quien blasfemaba como un efebo barbilampiño hordas de insultos contra Roto, que se atragantaba con tanto griego. Los pechos de Ariadna se hinchaban con cada bramido y a punto estuvieron de vislumbrar el sol norteño cuando miraron al suelo y descubrieron que Roto había arrancado el hilo que ella estaba sujetando. Ops.

-¡Oh! Lo siento, ha sido un error, ¿Un error trágico, trágico cómico, o incluso epopéyico? - se disculpó curioso Roto.
-¡Este era el hilo de Teseo! Yo soy Ariadna y eso es el laberinto de Dédalo.. ¡El laberinto del Minotauro!..
-¿Eso es el laberinto?- preguntó Descosido con unos ojos taladro.
-¡Oh! ¡Estamos en una tragedia! ¿Conoces a Eurídice? Me encantaría conocerla sabes..- añadió Roto.
-Excrementos de asno tísico, ahora Teseo no sabrá volver – siguió quejándose Ariadna.
-Bueno – respondió Descosido – ya la encontrará si es tan héroe, o sino que le ayude el Minotauro, Cortázar dijo que era un buen tipo.
-Teseo ha entrado a matar al Minotauro – sentenció como una daga Ariadna.
-¿A matarlo? - boquiabieron los dos – eso es de rencoroso chupacandados- añadió Roto.
-Yo iré a buscarlo, debo entrar de todos modos, le diré cómo salir- Descosido tenía cara de
azulejo.
-Voy contigo – dijo Roto.

Pese a que Ariadna no recordaba que su mito fuera así no le quedó otra que aceptar la nueva versión . Tras encargar un nuevo ovillo argentino y esperar tres semanas jugando a la rayuela, les deseó una hipócrita suerte manchada de sangre. Roto y Descosido entraban en el laberinto.

-De todos modos, Teseo es un fascista- balbuceó Descosido.

Y así entraron. Los túneles del laberinto se extendían como una bandada de serpientes y daban cuerpo a la obra maestra que cualquier otro juguetero haya creado. Las antorchas se inclinaban como vestidas de primera comunión y la cera chapoteaba al caer rompiendo un silencio monógamo y eterno. Tap Tap los pasos de Roto y Descosido era la única sinfonía descompensada.

Se perdieron, se despistaron, se extraviaron, se desorientaron, se confundieron y se confundieron de modo que no hallaron sino sus propios pasos una y otra vez, tap tap. Aun así siguieron en busca de Ella más que de Teseo. En una curva sin señalizar escucharon el rumor de una canción que llegaba de lejos y olfatearon la canción, era “Cnosos patria querida”... Dando cabezazos a las papeleras llegaron a una placita con 9 puertas que abrían a su vez 9 puertas que.., y allí en medio un soldado sentado, cantando y dibujando en la arena con su espada AK/9 diseñada en Creta.

-¿Eres Teseo?-pregunto Roto.
-Un farsante, eso es lo que soy, ¿Y vosotros? ¿Tienes tres orejas?..
-¡Cállate! ¡Qué tontería!..
-..Pero sí soy al que llaman Teseo, el gran rey Teseo. ¡Va!, todo mentira. Ahora estaba aquí solo esperando. Todavía tengo un par de horas.
-¿Un par de horas para qué? ¿Y el Minotauro? - preguntó Descosido.
-¿El Minotauro? No existe. Nunca ha existido. Me lo inventé.
-¿Perdón? ¿Cómo? - pregunto asombrado y tíldico Roto.
-¡¿Tenéis idea de lo difícil que es ser Teseo?! -estalló Teseo con la cabeza entre sus manos- siempre he tenido que ser el mejor, derrotar a todos y vencer en todo, venga matar palántidas , acallar revueltas, hablar con dioses, y siempre con una sonrisa. Odio ser un mito griego. Preferiría ser un mártir católico o un astronauta ruso.
-¿Y porqué inventaste el Minotauro? - arqueaba las cejas y los dedos de los pies Descosido mientras preguntaba.
-Me enamoré de Ariadna en una fiesta de fin de año, pero Minos es un déspota incorregible, amigo de la REALIDAD, y además padece de gases. Para poder estar con Ariadna y llevármela a Atenas debía hacer una gesta tal que ni tan siquiera él pudiera negarse, así que me inventé eso del Minotauro, de hecho era yo mismo quien llevaba puesta la cabeza de toro, la conseguí en una tienda de chinos. Hoy es el último día de mi horrible farsa, Ariadna no sabe nada de todo esto, pero saldré de aquí y podré casarme con ella. Me odió por lo que estoy haciendo.
Roto y Descosido no daban crédito a sus 5 orejas. Ni sabían qué pensar de ese hombre.
-¿Pero, y toda esa gente que ha muerto? ¿Y el laberinto? - preguntó Roto sin importarle ya su tercera oreja.
-Hablé con Dédalo, necesitaba un sitio donde nadie pudiera ver al Minotauro, así que construyó este. Pero en realidad hay una puerta secreta por donde entro y salgo cuando quiero. Sobre la gente, era demasiado arriesgado dejarles ir si sabían la verdad, así que los he matado a todos, cientos de ellos, niños, mujeres, mis manos están manchadas hasta el tuétano. Soy un monstruo sin cabeza de animal, pero con corazón de rata- y estalló a llorar- Y todo por amor.

Después de un perturbador silencio, Roto y Descosido, que eran malabaristas pero no estúpidos, empezaron a darse cuenta de que ellos podrían convertirse en el epitafio de esta tragedia, unos invitados honoríficos pero sin voluntad real. La saliva descendía como una aguja a través de sus gargantas mientras miraban el lloro infantil, aunque un tanto culebronero, de Teseo.

-¿Nos matarás también? - preguntó aterrorizado Roto que se había subido a una farola.
-No, ya no voy a matar a nadie más, ya se lo dije a la chica que estuvo aquí hace poco – respondió Teseo
-¿Qué chica? - exclamó Descosido - ¿Era Ella?
-No lo sé, sé que era preciosa, solo con el vértice de una mirada suya me he hecho ver lo que soy. Parecía una ninfa, quizás lo era.
-¿Por dónde se ha ido?- inquirió Descosido.
-Por esa galería, tercera a la derecha, segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el mediodía, allí está la salida.., yo estoy cansado y ya no mataré, ya he matado al Minotauro y Ariadna me espera, me da igual lo que digáis ahí fuera, el mito está escrito y mi vida hundida. Soy una mentira escondida en un secreto escondido en una farsa, podéis iros.

Terminó de decir estas palabras en soledad, puesto que Descosido había salido corriendo seguido de Roto. Corrían como galgos y en la mente de Descosido se agrandaba la sonrisa de Ella. Una, dos, tres y a la derecha, derraparon sus zapatos rrrr. Todo recto mientras se oía el repicar de la espalda de Teseo a lo lejos. Galerías y galerías con telarañas eternas y ramas de olivos sin flor que arrancaron el sombrero vaquero a Descosido. Una luz a lo lejos dejaba entrever una silueta que no podía ser otra que la de Ella y mientras Roto trataba de recoger todas las ideas erróneas de Descosido este gritó un nombre ya casi olvidado en sus labios. Pero la figura no se volvió y aceleraron el paso tres velocidades.

La figura pareció haber salido del laberinto, justo unos metros delante de Roto y Descosido, quien rebuznaba rancheras de amor. Y, justo cuando estaban a punto de alcanzar el final que nadie había conseguido ver, sintieron sobre sus cabezas el peso de unas alas que les abrasó las cejas y las esperanzas, un peso caído del cielo como una crueldad mitológica, como una tragedia alada, y una voz que gritaba a lo lejos:

-Siempre serás un torpe, hijo mio, te dije que no volaras tan alto- era la voz de Dédalo.

Y encima de un charco de cera que hedía a derrota, herrumbre y orín se encontraron Ícaro y Descosido, sangrando sin poder moverse y sin poder hablar más que con su fracaso obtuso y estéril.

Roto se tambaleaba con la ceja partida y se dedicaba a recoger las ideas malsanas que supuraban de la cabeza de Descosido. La noche, mientras, llegó fría como siempre, sólo que con un puñal en el pecho.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Un Roto para un Descosido, su primer encuentro

Era una madrugada transversal en la que las estrellas hacían huelga de luz por la esclavitud en Omega y las farolas gozaban de una baja por problemas de espalda. De modo que la ciudad brillaba de oscuridad en los charcos mientras la luna se hinchaba en su esplendor como un globo a punto de estallar. Y por allí andaba Roto, que volvía de descantillarse con afilados servilleteros y se hundía en algún que otro charco, mientras que no muy lejos, y en el mismo segundo, merodeaba también Descosido, quien buscaba el hilo de todas sus desgracias dando vueltas y vueltas a Stare Rynek.

Y no habrían cruzado nunca sus taras si no hubiera sido por la única y planeada casualidad llevada a cabo por los caprichosos dioses etrusco-leoneses. Puesto que, aunque en tiempos distintos, ambos decidieron entrar a tomar su último “sex on the moon” en El pirata ranchero, el postrero recodo para trasnochados obsoletos. Descosido fue el primero, sentándose cerca de la primera escotilla con A la recherche du temps perdú por montera y observando el paso de los centuriones, rojo y amarillo, que protestaban de nuevo pese a tener razón, amarillo y rojo. Y allí estaba nuestro primer héroe, cavilando sobre el tiempo y sus conjuntos cuando unos patines de 6 ruedas y manijas se deslizaron fiuu hacia la mesa, descubriendo a cada metro una camarera con ojos de tigresa y manos menbranosas quien, tras maullarle y hacer perder a Descosido un volumen proustiano por el suelo, anotó el pedido y volvió de espaldas hacia la barra.

A los pocos centuriones rabiosos entró Roto lleno de heridas irónicas y dudosas dudas y, pese a que no había casi nadie en el bar, hizo un giro de 274'P9º hasta que sus ojos se encontraron con los de Descosido y, ya lo sabemos, siempre hay un Roto para un Descosido.

-Hola, me llamo Roto.
-Hola, yo soy Descosido.
-Tienes libros en la cabeza.
-Tú tres orejas.
-Pero no necesito parches- respondió Roto ante tal acusación, aunque no le importó no usar ni una sola tilde.
-Ni yo cachalotes. Por cierto, ¿Cónoces a Ella?- añadió Descosido.
-¿A quién?
-Déjalo.
-Déjolo- Ahora se sintió un poco rotimidado- y tú, ¿Tienes latas oníricas?.
-No uso de eso.
-Deberías en Pascua.

Y allí y así se quedaron con cara de plancha de planchar, mirando el amarillo oscuro de los centuriones y escuchando el crepitar de las sandalias agrietadas con la sangre, ambos en el silencio más cómodo que podríais imaginar, sentados uno al lado del otro. Hasta que Descosido empezó a tamborilear su vida en la mesa mediante croquis imposibles. A eso, Roto respondió dibujando la suya en el aire con un mondadientes XXL; y así estuvieron durante días, ante la atónita mirada felina de la camarera y los gritos cada vez más violentos de los centuriones allá afuera, quienes incluso habían roto algún cristal con drásticas dentelladas.

Hasta que un elefante entró rompiendo parte de la entrada neogótica del bar y rodó cual barril por el suelo. Al parecer los disturbios iban en serio allá fuera y los centuriones entraron arrasando con todo dentro del bar ante la atónita mirada de Roto y Descosido, quienes arqueaban sus cejas hasta los límites geográficos de su frente, pero tuvieron el tiempo justo de saltar en espiral de las sillas, perdiendo el menos roto otro tomo de A la recherche por el césped lleno de cristales.

Los airados clásicos la tomaron con la camarera que trataba de arañar a cualquiera que se le acercara. Roto y Descosido consiguieron arrastrarse hasta el baño y allí un arco de herradura daba a una escalinata de caracol de mármol que subía hacia abajo llevando al tejado más alto de la torre más inclinada. Subieron a galopadas estridentes mientras otro volumen caía plof desparramado como un vaso de agua de Vichy. Abajo las hordas berreaban cánticos crastenses de taberna y el sonido de los patines rodando por el suelo era el pitido inicial para el partido más duro que la camarera felina tendría que soportar, cuando una decena de centuriones se echaron encima de ella.

Roto y Descosido se escondían, por su parte, en un cobertizo que daba a la luna llena, compartiendo una sola manta rasgada.

-¡Qué brutos esos romanos!- dijo Roto.
-Bruto ya no está en el gobierno creo.
-Se embruteció demasiado, dijeron.
-Pocas bromas con los brutos.
-Vraya..

Mientras las primeras bombas de racimo estallaban en la calle y hacian volar otra Recherche de la testa de Descosido, las SESO ya habían llegado y no sabían si atacar a los centuriones o ayudarlos, así que se pelearon todos entre ellos.



-En fín- burbujeó Roto- qué bien estamos aquí...
-Es porqué estamos soñando- respondió Descosido- aquí no existimos realmente sinó que nos soñamos uno a otro- y diciendo esto se dejó estirar en el suelo, cayendo así el último de los volúmenes de su cabeza que arrastró el sombrero de Robin Hood que llevaba, dejando un reguero de ideas que llenaban el tejado.
-¡Ah! ¡necesito un sombrero!- exclamó Descosido- ¡No mires! Son mis ideas.
-No pasa nada, yo tengo 3 orejas y el corazón descantillado. Déjalas que corran por el desagüe gargolado y caigan encima de esos brutos trapos, tampoco las entenderán y así te vacías - respondió Roto con un gesto extrañamente serio.
-¿No te molesta?
-¿Te molesta mi oreja?

Y ambos se recostaron esperando ver el ballet de las estrellas al ritmo de un música que sólo Roto podía escuchar pero que repetía para Descosido mediante golpecitos en el suelo del tejado más alto que existió esa noche. Mientras afuera una legión de centuriones y Sesos se alarmaban y gritaban desesperados antes ese aluvión de ideas que no sabían de donde llovían y les cegaba al entrarle en los ojos. Desconcertadamente agresivos, decidieron dar muerte a todo lo que se movía delante de ellos, liquidándose ellos mismos al son del final del concierto silencioso de las estrellas.

-Oye Descosido,
-Dime..
-Háblame de Ella..

miércoles, 11 de agosto de 2010

El Bulevar de los sueños Rotos. 1- Revolucionario tíldico.


En la primera sala de este Bulevar se encuentra enlatado el viejo sueño de un Roto revolucionario que destruyera el viejo y anquilosado sistema tíldico entrando en la RALE (Real Academia de la Lengua Ésta) bolígrafo en mano, flechas en la boca y consignas como dentelladas ortográficas, clamando por un nuevo sistema más justo e igualitario para todas las palabras y palabros. Se retorcia burbujeando en su lecho acuático imaginándose en un pedestal hablando a las multitudes sordas de la Academia con un havano en la boca y gritando “Todo el mundo a acentuar”. Hasta las lámparas de aceite y las palmeras temblarían al oir su discurso.

Pero por más que lo escondiera, como buen revolucinario, un oscuro trauma se escondía en su razón de lucha. En lo más interior de sí mismo sabía que todo aquel desaguisado era motivado por la posibilidad de esconder su defecto congénito y ser un genio con sequito, de convertir su tercera oreja en invisible para siempre.

Tras su actuación golpista, a la RALE no le quedaría otra posibilidad que aceptar la ley 2/¿%890 o conocida popularmente como la ley de “
tilde para todos”.

Las nuevas reglas serían bien sencillas, pensaba Roto:

- Las palabras monosílabas irían todas con tilde (á, lá...); en caso de acento diacrítico, debería acentuarse con tilde abierta para distinguirse su significado (él/èl).

- En cuanto a las palabras agudas, las que hasta ahora llevaban tilde, éste se respetaría (camión, zumbé,...), mientras que las que no mostraban ninguna tilde, deberían llevar un acento circumflexo sin modificación en la pronunciación inicial (acentuâr, impâr, mujêr, ...).

ej: según las antiguas reglas:
el tazón tiene dolor de asa.
según la nueva regla:
lá mujêr dél ascensôr nó és èl.

- En lo referente a las palabras llanas, se respetaría también la actual acentuación (lápiz, bíceps, cráter...); mientras que en el caso de las que carecían de tilde, ahora deberían añadir un acento abierto para diferenciarse de las anteriores, modificando su pronunciación y pasando de vocal abierta a cerrada, de modo que a,o}u (pedàzo } [pedùzo]) y de e}i (cohète } [cohìte]).

- En el caso de las esdrújulas, éstas mantendrían su actual y evidente acentuación tíldica, es decir que todas llevarían. Mientras que a lo que se refiere a las palabras ambidiestras, continuarían como hasta ahora, sólo que un poco más zurdas, lo mismo con las nanónimos y los helenismos.

Algunos ejemplos de frases con la ley 2/¿%890:
tiramisú cón sinusìtis én Albuquèrque
èl nó sàbe acentuâr esdrújulas
èl pòste làdra á lós rôbots



La nueva ley no se olvidaría tampoco de los oprimidos y inpopulares diptongos y hiatos, incluso no lo haría de los diatos combiandos.

- Los diptongos seguirían llevando tilde del mismo modo que lo llevaban hasta ahora, siguiendo la vieja regla de acentuación (áureo, Caín,...), mientras que las que no presentaban acento, deberían llevarlo abierto para no confundirse en su pronunciación ni orientación (puèrta, pèine,... ). en lo referente a la posición de acentuación entre vocales abiertas y cerradas, se mantendría igual según la ley vigente 2/6969a.

- El hiato o también llamado adiptongo, disolvencia o diptongo provocado, mantendría también su acentuación original con tilde siempre que lo requiriese o lo demandara como tal (Raúl, saúco, día,...), mientras que las palabras hiateras que no hubiesen llevado hasta el momento pasarían a llevar tilde abierta (saèta, caòba) como una palabra llana más.

- En el último caso de los triptongos o tongos tíldicos, se decidiría hacer una revolución un poco mayor y tanto las palabras que gozaban de una tilde como las que no pasarían a llevar una tilde circumflexa para demostrar la igualfdad de trato de tongo a tres bandas (riâis, miâu, Guâqueri, acariciêis, siâu...).


Aunque toda pequeña revolución tiene un pequeño gasto, todas estas reformas se llevarían a cabo una vez cada palabra hubiera desenvolsado un impuesto de 5 euros por trámites y especies o hubiera enviado cinco códigos de barra de cualquier producto Nestlé.

Todo ésto soñaba Roto un pegajoso domingo de Navidad mientras Descosido se acordaba de Ella y la huelga del centollo se cobraba la vida de tres trapecistas que desafiaron a las SESO cerca de rive gâuche.

martes, 3 de agosto de 2010

El Bulevar de los sueños rotos

Rojo y amarillo, amarillo y rojo pasaban los centuriones despertando a Roto que soñaba en su pecera. Casi cada noche impar lo hace y a veces ronronea ronquidos en do bemol de artistas trapecistas pero sin despertar por ello a Descosido, que supura desastres por sus orejas.

Y vaya si sueña Roto, cada uno de sus episodios oníricos sale bluf en forma de burbuja y permanece flotando hasta que alcanza la superficie y se pierde allén de cualquier viento pegajoso estival. Aunque no siempre es así, algunas muy pocas contadas veces, que no siempre, Roto se despierta y consigue recuperar, cazar o arreburbujear algunos de sus delirios más fantásticos de esos que soñamos y sueños son pero que para él los sueños soñados todavía son y no tras ser un soñarse soñados ya sólo son ni dejan de tener razón. De modo que los atrapa en antiguos botes de ciclón B guardándolos con la misma fragilidad con la que se rompe un cometa en nuestras narices clac; y los encierra burbuja en bote, colocándolos en un estante donde con letras de neón curvadas escribió: EL BULEVAR DE LOS SUEÑOS ROTOS (ALL NIGHT OPEN). Y es aquí donde descansan los sueños rotos de un Roto corriente durante una fracción cualquiera de un tiempo descantillado y cruel.

Pero aún así es su bulevar y fue así como empezó su colección.

Pero el hombre y el droide son los únicos paletopitecus que caen en el mismo sueño, todo cartógrafo podría decirlo, de modo que Roto empezaba a repetir sueño y postura, aunque no sueño y resaca. Cuando eso sucedía, no dudaba en sellar su burbuja onírica y catalogarla como un explorador en las selvas de Júpiter 2: “repe, sorepe, casirepe, paranoia..” todos tenían detrás una explicación y la fecha en que salieron a flote...





Amarillo y rojo, rojo y amarillo, pasó el tiempo y los los centuriones seguían su manifestación del terciopelo mientras Roto construía en el suelo del bar la catedral de Aquisgrán con palillos usados y le explicaba al mesero tuerto su compilación personal. Escupiendo al revés, éste le recomendó ir al mercado de Sant Antoni a cambiarlos por nuevos. Los ojos de Roto se iluminaron como piras funerarias masonas y salió destruyendo sin querer parte de la cúpula, trepó clanc clanc con los dientes las escaleras y entró en casa para recoger sus botes de ciclón B llenos de sueños. Descosido, que justo había entrado con un pollito que había escapado de las SESO por ser francófono, le miró extrañado y masculló para sus adentros.

Llegó demasiado pronto y había poca gente todavía, pero aun así se ruborizó tanto como un cosmonauta ante una estrella rutilante, no quedándole otro recurso que esconderse detrás de un neumático mientras les observaba y cantaba “vampiro de coctelera” para calmarse, allí permaneció varias décadas de horas sin moverse y viendo pasar colección tras recolección sin vislumbrar ninguna onírica, las más parecidas eran de traumas en conserva o esquizofrenias al vacío, pero no era lo mismo.

Laticaído, volvió a casa a la pata coja y silbando con las manos. Durante el tiempo que había estado fuera, a Descosido le había dado tiempo de criar al pollito, mejorar su acento francés, aparearlo, montar una fábrica de huevos, inaugurar la Central del Huevo SL, hacerse millonario, acostarse con 7 Miss Mundo y rechazar a otras 3, comprarse tres islas, irse a Las Vegas, jugar al 7 rojo, perderlo todo, enfadarse con el pollo y volver a casa para la hora de la cena. Todo sin quitarse el sombrero. Y abriendo una botella que había conseguido salvar de Champagne, brindó con Roto, rebuznando sobre todolo que les había acontecido y cotillearon sobre Wendy y Peter Pan.

Sobre los sueños enlatados, Roto sigue guárdandolos y, a veces, los regala a sus amigos por Navidad o simplemente los abandona en la playa para que alguien insomne sin dedales pueda conseguir el suyo...

sábado, 12 de junio de 2010

la REALIDAD

De algún modo extraño, siempre ha existido gente o individuos con mirada pesada, un grupo anónimo de mercachifles que no ha perseguido otra cosa que estropear y demoler los sueños y realidades ajenas, las de los no-sesudos, con mazos de verdades y hechos.

El joven Mojo Poco ya era ridiculizado en la escuela por no saber dibujar ni un dinosaurio en bañador. Día tras día era apartado de todo juego y cacería, lo que le llevó a regar su rabia hacia los soñadores, aspirantes a futbolistas, arquitectos de piedras arenosas, escavadores de narices, artistas paracaidistas, astronautas embarrados, rayuelistas profesionales, piratas en chanclas, creadores de cuentos submarinos, marinos sin cuencos y a los acentos de vientos albinos. Y odiaba y odiaba, pensando (puesto que ni soñar sabía) en un mundo práctico y allanado, regular como un paisaje esquimal. Sólo entonces el mundo podría parecer un mundo decente y limpio. De hecho, afirmaba que la mayoría de los problemas de la humanidad eran por causa de todos aquellos genios que habían tratado de cambiar el mundo: sin Einstein no hubiera existido la Bomba Atómica, sin Napoleón el mundo se hubiera ahorrado miles de muertos y sin Elvis Presley decenas de miles de chicas no hubieran soñado con rebeldes descarados y se habrían limitado a ser buenas madres.

Trabajar, producir y morir, Mojo Poco pensaba en un nihilismo realista productivo.

Se escondió durante medio lustro en el armario de sus padres y allí trazó su magno plan, escribiendo poco a poco las clausulas de su Manifiesto Real, que no tardaría en repartir entre los estudiantes que suspendían arte y plástica, oficinistas voluntarios, sedentarios sin cordones o matemáticos desilusionados. Su oferta era demasiado idiota para ser rechazada y en poco tiempo nació la Real Estructura Anti Libertad de Ideas Diferentes y Arruina Deseos, la REALIDAD. Un grupo de jóvenes revolucionarios hartos de tanto soñador y licencioso de terraza.

Al principio se limitaban a despertar a la gente que soñaba plácidamente en sus camas por la noche, a poner bombas en jugueterías, amenazar a ilusionistas de burbujas o limpiar cualquier pintada en la calle. Pero, poco a poco, gracias a la huelga del centollo y a la debilidad del entonces gobierno onírico, en su peor momento por el caso del Grial, fueron ganando popularidad dentro de una población cansada de cantos de sirenas y baladas de barracudas. De modo que algunos banqueros descontentos y sin furuo se unieron y decidieron crear un grupo armado que ayudara a la REALIDAD. Habían nacido así las SESO, el brazo policial de Mojo Poco, quienes decidieron perseguir esquina por avenida a todos aquellos soñadores, rotos, licuados, empanados, descantillados, descolgados, descosidos, agrietados u olvidados. Todos aquellos que no fueran reales como un ladrillo bajo el sol.



Y así, y en resumen, fue como empezó todo el año sin nubes en el que las SESO llegaron a la ciudad y no eran más que la punta del iceberg más real y peligroso que hundiría el transatlántico de los sueños y las excepciones. Apartados de la política en desuso y bajo la recta batuta de Mojo Poco, la REALIDAD era una hoz sin martillo que pretendía sesgar todas las rayuelas del mundo.


jueves, 29 de abril de 2010

Roto y Descosido. Un día en el metro.

Un mediodía cualquiera, cuando Roto y Descosido volvían a casa después de discutir perfiles cabareteros. Sus ojos vidriosos pedían clemencia a los soles fluorescentes de la calle mientras se dirigian a la estación de metro más cercana y repasaban la tabla del 4. Llegaron a la esquina y bajaron las escaleras de tres en dos clap clap clip clap y penetraron en los túneles de la linia ф, la que les llevaba a su casa. Ésta era nueva, y los vagones iban tirados por un convoy de elegantes renos arábigos con ruedas británicas, y además el piloto ya no necesitaba ser escandinavo.

No pudieron sentarse debido al gentío y, en un preciso instante, quizás debido al vaivén hipnótico quizás al sueño que entraba por los pies y pasaba por el estómago de Descosido, éste dio una cabezada que le hizo saltar alle-hop su sombrero de jipijapa hasta el suelo dando antes tres vueltas y media con tirabuzón introvertido a cámara lenta digno del primer puesto en un concurso olímpico local de saltos sombreriles. Tamaño suceso provocó un caos de allí te espero en el vagón, viéndose todos manchados por las ideas descubiertas de un Descosido fuera de sí. Las mujeres con rulos y perros de porcelana cacareaban asustadas, los maniquies estallaban en pedazos y los viejos marineros se protegían con sus arpones mientras Roto apartaba las estripers de las barras deslizadoras para subirse y pedir ayuda como podía.

- ¡No se alarmen!- decía- no pasa nada, tiene jaquecas ensombrecidas graves.., ¡Señora! No aulle así, por favor..
- ¡Aah!- la señora daba cabezazos contra la puerta- ¡Y este tiene tres orejas! ¡Dejadnos en paz! ¡Punkis! ¡Golfos!
- ¡Cállese! ¡Siéntese! ¡Qué idioterías! -respondió Roto.

Descosido tenía los ojos en blanco estucado y se esparcía por todas partes con la preocupación de no ser alcanzado por ninguno de los arpones que un marinero de salón lanzaba subido a un banco para no contaminarse de ninguna idea Descosida. Hasta los caballos se detuvieron con tanto escándalo y la gente no tardó en encender las torchas de emergencia. Y claro, las SESO no tardaron en llegar alarmados por tanta creatividad detonada en sus Radares de Ondas para Llevarse Oníricos (popularmente ROLLO). Entraron dando un puntapié al vagón y empujando a las señoras que se les tiraban encima vitoreándoles como ídolos salvadores. Por suerte, Roto y Descosido habían conseguido bajarse en una estación errónea y salieron relinchando de allí. Para detener la hemorragia, Roto improvisó un sombrero napoleónico con un ejemplar del Amigo del pueblo del pesado de Marat encontrado en el suelo. Se lo encasquetó cuidadosamente a su estimado amigo y éste empezó a calmarse y a coger un poco de color, pero todavía andaba dubitativamente. Las SESO volaban a su alrededor en dirección al vagón y ellos repasaban la tabla del 7 para disimular, 7x1 es 7, 7x2 catorce, 7x3...

Cuando salieron de la estación todavía era Navidad y andaban cogidos del brazo al mismo tiempo que las SESO hacían explotar la estación de metro por los aires con las señoras, marineros, maniquies y caballos dentro, produciendo una lluvia de confeti que caía como nieve sobre ellos. Roto se acercó al oído de Descosido y le susurró:

- Tú cabeza está llena de errores.
- Sí, lo sé. Pero son mis errores y los esparciré por donde quiera- respondió Descosido.
- Entonces hagamos oidos sordos a la aritmética y volvamos a casa a descansar.
- Mejor rompámos nuestros oidos y tirémonos al Nilo esta noche -añadió colocándose bien el planfleto revolucionario.
- Con un sólo Roto es suficiente, volvamos a casa, te lo pido...

Y las dos figuras fueron desapareciendo paulatinamente en una densa niebla de yeso y astillas.

jueves, 22 de abril de 2010

Descosido. Sus orígenes.

Descosido no sabía que había nacido hasta muchos años después, cuando se lo dijo su comadrona una noche que zumbaban los gorriones célticos y los cigarrillos caían del cielo de los bares. De antes recuerda como los pupitres de la escuela le quedaban estrechos como los días a febrero y que le gustaba dibujar bodegones con el dedo en las mesas, coleccionar clavos despuntados, mirar los paraguas entrechocar los días de lluvía y romper relojes a martillazos. Durante ese tiempo no tenía familia alguna excepto la suya, hasta que su padre lo abandonó un día bigote en mano para desaparecer en su sillón y no volver, no quedándole otro remedio que (sobre)vivir con su abuela y su cocodrilo gris. El animal hablaba demasiado y la menos animal nunca decía nada, llegando ambas posiciones a ser criticadas airadamente por la comunidad de vecinos albinos donde residían. También recuerda que sólo bebía Cacaolat y pastís, y de como llegó a odiar ambos.

Después de nacer un día lanudo y de escarcha densa, se aburrió de los paraguas y se parapetó 1000 noches en su pabellón partícular. Allí se abandonó a los libros pese a que no leyera ninguno; simplemente se arrellanaba en su cama de espinas y colocaba cada uno de los volúmenes encima de su cabeza. De ese modo esperaba que la información se transmitiera directamente de las páginas a su cerebro, imaginándose cada una de las historias que cayeran en su frente. Sin duda la suya fue una de las bibliotecas más particulares que hayan existido nunca, o quizás lo fue tanto como cualquier otra.

A diferencia de Roto, nunca pensó en trabajar y por ello optó por perder el tiempo y la esperanza entrando en la universidad, concretamente en la facultad de Teoría del Bar y Partidas Comparadas, pero pasaba más tiempo en la biblioteca andando con libros en la cabeza que en el bar, y con ello se resintieron sus notas y su vida social. Fue así como decidió que no saldría mucho y se entrenaría para el récord mundial de kilómetros en habitación interior, en la modalidad de 8 metros cuadrados. Un día que andaba con todos los volúmenes de La comedia humana por montera vio a Ella pasar desde su escotilla y una parte de él no pudo evitar quedarse enganchado en alguna de los vértices salientes de su sonrisa. A partir de allí perdió el hilo de todo, dejó de ser para empezar a deshilacharse y descoserse poco a poco desde su cabeza, quedándose una simple sonrisa con el ovillo completo de sus restos más enteros.

miércoles, 7 de abril de 2010

Roto y Descosido. La princesa de Gracia

Era una tarde nublada con un sol de escándalo, la nieve caía a borbotones sobre la Plaza Roja amontonándose bajo los pies de Roto y Descosido, quienes abandonaban el Palacio de Invierno después de escuchar las arengas del último cacique neopopulista a la burguesía trabajadora. Caminaban despreocupados y rítmicos mientras hablaban de filosofía vegetal o cantaban “Svetlana mi morena”. En algún momento cruzaron el Sena hasta Alexanderplatz, y una vez allí pensaron que lo mejor quizás sería dar media vuelta y bajar por Charing Cross hasta llegar a la Plaça de la Vila de Gracia, donde tomarían un cubo de horchata. Dicho y trotado.


Una vez aterrizaron en la plaza no oyeron el estridente y quebrado sonido de la campana sino algo diez veces peor, una voz en rebuzno pidiendo auxilio desde las cloacas de alguna alma. Roto y Descosido se acercaron a la pata coja hasta el centro de la plaza y le rebuznaron en respuesta:


  • ¿Quién hay? - preguntó Roto.

  • ¿Eres tú, Ella? - añadio Descosido con cierta esperanza..

  • No, no soy Ella, ni por asomo; mas la conozco y, si preguntas por ella, gentil caballero, debéis de ser el conocido como Descastado.

  • Descosido, sí. Tienes un hablar raro, ¿de qué barrio eres? - observó el menos Roto de los dos.

  • Soy una princesa – respondió ella-, la Princesa de Gracia. Veréis, mi padre el Rey me encerró mucho tiempo atrás en esta torre y dad por seguro que no puedo salir.

  • ¿Has probado abriendo la puerta? Una vez a mi me pasó lo mismo – espetó Roto – ¿Puedes asomarte también, para que podamos verte?.


Y de la oscuridad fue surgiendo la figura de una joven petrarquista: morena y de profundos ojos negros, con una abrigo de pieles de amapola. Descosido, que andaba un poco cabizbajo por no haberse encontrado con Ella, le preguntó porque motivo su padre la había encerrado en esta torre habiendo celdas tan cómodas en Palacio.


  • Veréis, amables caballeros, el Rey tiene miedo de lo que dicen por las calles: que hay un músico que ronda estas tierras, que tiene un extraño instrumento que hizo con sus propias manos y que consigue seducir y confundir a cualquier chica o gata en celo. Pero no culpo ni maldigo a mi padre, puesto que en el fondo es bueno y sólo me tendría aquí encerrada hasta que mi oído quedara deshecho con tanta campanada. Entonces podría volver a salir...

  • Qué real ternura.. - interrumpió Roto.

  • Perdone, ¿Tiene tres orejas? -preguntó la princesa mientras fruncía el ceño.

  • Mmm ¡qué tontería habláis, rediós?- respondió tíldicamente Roto.

  • Ah, sólo pensaba que..

  • ¿Y ese músico por donde anda? - dijo alzando la voz y cambiando de tercio Descosido.

  • No lo sé – respondió la princesa – algunos dicen que se oculta en las cuevas por el día y que de noche bebe licores destilados por alquimistas calvos. Y el hecho es que yo también quiero salir y beber de esos líquidos y cantar “Svetlana, mi morena”. Veréis, me estoy haciendo mayor y no quisiera morir antes de que esta campana gritara incluso la muerte de mi padre.


Roto y Descosido se miraron sin comprender mucho el problema de la princesa pero aun así decidieron ayudarla a bajarla de la torre y llevársela con ellos a cazar ardillas con tornillos y tomar unas gambas con capucha. La princesa sonrió y ya sólo faltaba el cómo.


Como ninguno de los tres no tenía ni idea, Roto y Descosido se fueron al viejo supermercado de libros desusados con la esperanza de encontrar algún manual que les indicara el camino. Hallaron varios volúmenes sobre la materia, El escape de torres en tres pasos para principes sin complejos, Aprenda a trepar en 4 horas, El rapto empieza cuando la princesa dice “no”, El manual de escapada de iglús comunistas, De torrem scapatorium, etc., pero ninguno les desentrallaba qué debían hacer exactamente. Hasta que, al mismo tiempo que un joven músico barbudo les trataba de vender Escape de los campos de las SESO bajo mano, Roto descubrió un viejo libro del que descubrió el título una vez hubo aspirado el polvo: Rescate su propia princesa, vol.2-Torres. Parecía el indicado. Pero el único problema era que estaba en ubijé, de modo que tuvieron que hacer las maletas (con sombreros de Descosido incluidos), coger un tren y viajar hasta Turquía. Pese a que no encontraron a ningún hablante de esta lengua, pasaron dos años practicándolo entre ellos y tocando la guitarra. Eso les permitió volver a Gracia y leer el manual; sólo que también les decepcionó, pues ya lo decía en la última página, “excepto para princesas petrarquistas”.., “¡Qué mala pezuña!”- se quejó Roto.


Aún así decidieron hacerlo a su manera. Se acercaron a la torre y despertaron a la princesa, hecho que les llevo su tiempo, puesto que durante este tiempo su oído había perdido bastante, y les hizo recurrir a las pedradas. Ella se mostró alegre pese a los chichones y les preguntó cómo habían decidio ayudarla, ambos levantaron los hombres y se miraron..


  • Ya lo tengo- dijo Descosido -arrojad vuestra melena al suelo, nosotros subiremos por ella y desde dentro romperemos la puerta.


Una melena oscura como una serpiente rey de México se deslizó en el aire hasta tocar practicamente el suelo y le pidieron a la princesa que se agarrara los más fuerte posible a la barandilla. Pero no había manera de decidir cual de los dos debía subir, así que resolvieron el problema como siempre lo habían hecho, o los dos o ninguno. Así que se sujetaron con manos, pies y dientes, y empezaron a trepar con tanto ímpetu que no fue la princesa la que cayó sino su pelo, viéndose descabellada como un cualquier vaquero en Sonora.


Roto y Descosido cayeron al suelo de culo “plaf” y el rebuzno de la princesa fue tal que despertó a los guardianes, a las SESO y hasta al Rey, dejándoles como única solución salir corriendo de allí con los talones en la nuca y abandonar a la princesa calva.., corrieron por Charing Cross, volaron por Alexanderplatz, nadaron cruzando el Sena, batiendo además un récord olímpico, y dejaron atrás la Plaza Roja hasta llegar a casa. Una vez allí, y pasado el susto, tomaron un té con imperdibles y se hicieron unas preciosas cortinas con la melena de la princesa.., si lo pensamos bien, ¿Qué otra cosa podían hacer?.


De la princesa cuentan que se quedó definitivamente calva y sorda para el resto de sus días, mientras que poco a poco se fue marchitando. Dicen también que un día el músico pasó por allí y ella lo miró y le habló, pero que él desvió la mirada y no le hizo ni caso. Al fin y al cabo no era monarquico.

jueves, 18 de marzo de 2010

Roto. Sus viajes en avión.

Para los días en que se siente verde y derretido, Roto tiene una afición secreta sólo conocida por Descosido y su tía Clara, la madre de su hermano, la que vive en el molino. Esta distracción ocasional no consiste en pelar lagartos o escupir a las pirámides, sino en dar largos paseos en avión en las noches estrelladas de verano con un modelo F9 mesopotámico heredado, de dos motores, alas plumeteadas y hélices de caucho policromado que compró en un rastrillo.

Durante sus largos trayectos nocturnos siempre va solo. Se ajusta sus gafas de aviador, se encasqueta su Stetson prestado de las galerías de Descosido y despega desde su balcón, donde ha improvisado una pista de aviación con margaritas como luces. Desde allí se eleva y eleva en tirabuzones inversos en busca de sus viejos castillos y crea de nuevos, o bien sale de la cabina y pasea entre las alas, rompiendo las nubes a dentelladas o gritando hasta que el viento se espanta y el eco retrocede asustado con el verbo entre las piernas.

Atalaiado y extasiado, se siente especial y luminoso, tanto que se abandona a bailar tangos con la noche y a volar circularmente en linea recta con su avión, arriba y abajo, abajo y arriba.., hallando una paz que nunca encontrará entre la gente, e incluso llega a olvidar que un día se rompió para deshacerse de tanta tilde, empezando a pronunciar, como le vienen en gana, las palabras desacentuadas...

roscon


capellan


solido


crucifixion


jupiter


haragan


¡¡¡Epiteto!!!

Adentrado en plena noche, aprovecha para desabrocharse su camisa y dejar su oreja al descubierto, sólo entonces empieza a escuchar aquella música la cual nadie más es capaz de hacerlo. Para todos aquellos que no hayáis leído el estudio del astrónomo renacentista Tycho Brahe, De la comunicación secreta de las estrellas (1587), os resumiré que sus teorías pregonaban una comunicación entre constelaciones mediante ondas sonoras, imperceptibles para cualquier oído humano al alcanzar tonos a los que nuestra deficiente naturaleza no llega, a no ser que tengas tres orejas y un avión bimotor.


Roto se arrellana entonces en sus alas, dejando que sea el azar quien guie el avión y disfruta del más bello concierto que jamás nadie haya podido escuchar, un concierto que le lleva a sueños lejanos durante horas, una conversación en perfecta armonía entre las estrellas, quienes le explican historias que sólo ellas han visto mediante ondas, y Roto se las guarda para él...

A veces, cuando aterriza de vuelta en su balcón, ya de madrugada, Descosido le está esperando con su ushanka puesto y no puede evitar preguntarle por las melodías secretas de las estrellas, aunque del mismo modo que tan sólo él puede escucharlas, también es incapaz de reproducirlas. Descosido le mira desconfiado y decepcionado mientras se clavetea y Roto se zambulle en su pecera con una sonrisa infantil, tarareando entre burbujas.

sábado, 20 de febrero de 2010

Descosido. Sus sombreros

Desde que Descosido era más Deshilachado que Descosido y todavía creía en las hadas y los sustos, siempre ha llevado sombrero y sólo lo veremos así. Puesto que Descosido nunca sale a la calle sin sombrero, nunca fuma sin sombrero, nunca va a la ITV sin sombrero, nunca se aburre sin sombrero, nunca inicia una revolución sin sombrero, nunca caza mamuts sin sombrero, nunca cojea ni maldice a Roto sin sombrero, nunca se desnuda sin sombrero, nunca parisea sin sombrero, nunca va a velatorios de vecinos sin sombrero, nunca se enamora sin sombrero, nunca cocina libros sin sombrero, nunca lee el Talmud en verso sin sombrero, nunca cita al oráculo sin sombrero, nunca ronronea sin sombrero, nunca mira las estrellas en los charcos sin sombrero, nunca compra sombreros sin sombrero ni llora ni baila desnudo el Himno de riego sin sombrero. Y, sobretodo, Descosido nunca habla de Ella sin sombrero. Ya no.

Entre sus armarios y alacenas circulan innumerable cantidad de percheros serios con sombreros que alterna según su estado de ánimo, día de la semana o periodo histórico en el que vive, marcándolos siempre con una etiqueta con su nombre y grupo sanguineo: Z neutro -2%. Incluso cuando viaja nunca lo hace sin sombrero, llevando una maleta o cien llenas de ellos. Eso y una libreta.


Para muchos es un enigma la razón por la cual protege su cabeza y no son pocas las leyendas que circulan al respecto. Aquí algunos afirman haber encontrado textos en sarcófagos esquimales donde se explican los motivos, allá otros citan a las antiguas ciencias del totalitarismo afrobudista; los más osados hablan de promesas a la Virgen de los bombines, mientras que los más simplistas aducen sencillamente al frío o a una posible calvície disimulada. Pero todo eso son dimes y diretes de viejas desdentadas sin concierto.

Pero lo cierto es que Descosido protege su cabeza para resguardar sus ideas del mundo, un búnquer mental que oculta todo el hervidero que (mal)vive y baila entre sus ojos y su coronilla. Antes escupía sus opiniones al mundo, hasta que descubrió que el mundo estaba habitado básicamente por delatores de sueños, estúpidos y cretinos, de modo que se ocultó de ellos bajo fieltro, cuero o paja. Por no hablar de las SESO, cada vez que ve una de sus patrullas, aunque no vayan de incógnito, estira con fuerza hacia abajo las alas de su sombrero y cierra fuertemente los ojos no vaya a ser que alguna idea se le escape y se lo lleven preso. Por otro lado, a medida que pasan los días, el sombrero de Descosido se va llenando de solilóquios, conversaciones, rostros del submarino, tildes de Roto y zumbidos solares. Entonces le duele el sombrero horrores, hasta que parece que le va a estallar y le viene migraña. Para solucionarla llega a casa, cierra las luces y se descubre para esparcirlo todo por la habitación en modo aspersor, que va cayendo allá y acullá ya sea en un lienzo, una libreta, un celígrafo o un mural cuadricomado con esquinas doradas. Después de eso, agotado, se pone su gorro de dormir modelo Hysken, se crucifica y duerme hasta el día siguiente.

Aun así, también es cierto que hubo una época en la que Descosido sí se quitaba su sombrero, eso fue de cuando Ella. Dicen que lo hacía en los bares cuando hablaban durante semanas, sus ideas se deslizaban por su nariz hasta caer “chof” en el café o en el cenicero; o cuando recorrían bocabajo las pirámides de Helsinki y el reguero de letras que caía les permitía encontrar de nuevo la salida; e incluso se descubría en plena calle a la vista de todos para poner su sombrero en los charcos y evitar que Ella se mojara los pies. Pero de eso hace ya demasiado tiempo y nadie se acuerda, pues fue cosa de cerdos agridulces y mariposas con paracaídas.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Roto y Descosido. La nevada de coches del 77

Como ninguno de nosotros, Roto y Descosido sí estuvieron en la nevada de coches del año 77. Ése fue sin duda un día celebrado del cuál incluso se han escrito obras de teatro y diccionarios epistemológicos, además de hundir por unos instantes a la industria del automóvil filipina.
Aquel día, como hacían de costumbre últimamente, Roto y Descosido dormían en la misma habitación después de una noche buscando sirenas en los ceniceros de los bares. Roto descansaba en su pecera mientras Descosido lo hacia crucificado al revés en su cruz de algodón, cuando, de repente, el sonido de los tapacubos al chocar con la acera les despertó pese a que apenas hacía un par o diez de horas que uno se había puesto la escafandra y el otro hundido sus clavos...
-¿Qué es ese alboroto sónico? - preguntó Descosido.

-¡El séptimo de caballería!- respondió Roto saltando de su pecera y mojando las paredes.

-No puede ser – negó Descosido – están de gira por Nueva Zelanda.

-¿Quizás el sexto?

-¿En lunes? Ni siquiera el tercero amigo Roto.

-¿Y si fuera el fin del mundo? - se preguntó Roto en voz alta y alarmado mientras desatornillaba los clavos de Descosido.

-No gracias, no desayuno los lunes, sólo café.

Rebuznando hacia la ventana se asomaron para ver tal insólito acontecimiento: cientos de cohes lloviendo bajo un cielo plateado de color anaranjado.

-¡Por Zeus!- gritó Roto – la ira de Cocheidón está cayendo sobre nosotros, ya lo decían los clásicos en sus Revelationis Catastróficum sobre el fin mecanizado del mundo. Lo recuerdo de la escuela perfectamente, éso y el olor de los pies de Pérez.

Creo que olvidaste de encender el hidrógeno ácico antes de dormir – respondió irónicamente Descosido mientras corría a encender la teleaudio para saber si daban alguna noticia al respecto. Roto por su parte buscaba su cazaimágenes. Finalmente la encontró y fue como un trueno a la ventana para sacar una instantánea. Puso el aparato en el modo cartel publicitario de principios del siglo XX, en blanco y negro para ser más artística, y apretó el botón hasta que hizo “click”. He aquí dicha imagen.

En el mismo instante se oían las carcajadas de Descosido desde el comedor, que se tripartía de risa de lo que veía, puesto que la nevada no era homogénea como la de bananas o guantes, sino que como lo son los automóviles, era clasista. De este modo, mientras en los barrios humildes caían 600, Fiat punto y algún microvante, los barrios ricos se veían invadidos de limusinas, Maserattis y tanques siberianos, tan de moda últimamente. Aunque la peor parte se la llevó el barrio de los traficantes, donde era un verdadero drama ver como los coches deportivos se amontaban hasta cubrir la totalidad de puertas y ventanas, debiendo lanzar la droga desde el tejado.

Pero eso no era todo, la teleaudio anunciaba que se cancelaban las clases en la universidad y que esta vez no era debido a la huelga del centollo sino a la nevada. Tanto la facultad de Ingeniería B de Filosofía Aplicada de Roto, que ya había abandonado hacía años, como la de Teoría del Bar y Partidas Comparadas de Descosido. Advertían además que ningún estudiante debería ir a clase bajo riesgo de ser detenido y llevado a un campo de concentración de la SESO.


-¡Remierda! - ladró Descosido – mi tiempo es un pedazo de cera para perderlo así-. Puesto que pese a no ir nunca a clase se tomaba sus estudios muy en serio. Mientras tanto Roto imaginaba qué castillos se podrían construir en aquel cielo plateado.

Como tenían el resto del día libre según las autoridades, decidieron salir a pasear bajo la nevada, capturar imágenes y quizás incluso hacer algún muñeco de coches.

-¿Antes de salir debo coger mi paraguas? – preguntó Roto.

-No lo creo, la nieve de coches es bastante seca, no nos mojaremos mucho, si acaso un poco con el líquido de los frenos.

-¿Y qué pasa con los parabrisas? - insistía Roto – son engorrosos de limpiar del abrigo.

-Vaaaaaaaaaaaaaaaaale – admitió Descosido – entonces pongámonos el bañador y las gafas de bucear y salgamos de una vez.

-Dicho y vestido – canturreaba Roto mientras Descosido se cambiaba de sombrero.

Aquella, sin duda alguna, fue una tarde de ensueño, admiraron la caída de los coches mientras comían un helado a la brasa, sacaron imágenes, hicieron muñecos de coches con bufanda y sombrero, jugaron a tirarse neumáticos y volantes.., sin duda parecían dos niños con cuentagotas nuevos. Y lo mismo sucedía con el resto de la gente, que parecía que tampoco debían ir a trabajar y habían salido a la calle con sus niños y elefantes. Todos sonreían y eran amables, incluso aunque sólo fuera por un día, tal vez parecían buenos.

Pero no fue así todo el día, después de unas horas y de que la impresión inicial pasara por la cornea hacia la retina y se procesara en el cerebro, la gente que es estúpida pero no tonta, empezó a coger coches para quedárselos; así que aquí uno se apropiaba de un BMW, allí otro de un MWV, etc., ya que los coches nevaban como debía ser y caían al suelo con las llaves puestas en el contacto. Los más avariciosos, que no eran pocos, iban en peregrinación hacia los barrios ricos en busca de los tanques siberianos, pero debían tener cuidado puesto que un alud podía dejarlos totalmente sepultados bajo la nieve mecánica.

Roto y Descosido, que eran bobos pero no tontos, decidieron sumarse a la orgía del automóvil de ocasión apropiándose de uno pese a que ninguno de los dos tenía el permiso de conducir en regla (a Roto le había caducado en 1789 y con tanta Revolución Francesa y funcionario en la calle no pudo renovarlo, luego ya se le fue olvidando; mientras que a Descosido se lo habían retirado la SESO por conducir sonriendo). Pero ese día todo les daba igual puesto que todo parecía permitido y hasta las farolas cantaban.

Se hicieron con un descapotable rosa con un rayo azul metálico que lo cruzaba de principio a fín que parecía decir soy una pantera rosa atropellada por un rayo. De modo que todos ya tenían un vehículo propio, era el sueño de Henry Ford caído del cielo, y venga coches y más coches, y algunos maldecían haberse comprado uno el día anterior. Y por la teleaudio llegaban noticias del crack del 77 en Filipinas, donde los principales fabricantes de coches se tiraban desde las ventanas, suicidándose por la quiebra inmediata, produciendo una lluvia de hombres en lugar de coches, haciendo buena la frase de que nunca llueve a gusto de todos.

Pero en el barrio las noticias de Filipinas quedaban ahogadas por el rudio de las bocinas que tocaban al unísono la melodía de Autobahn mientras daban vueltas y más vueltas a la rotonda de Alexander Cummings, una de las más grandes de la ciudad. Parecía que tanta felicidad no iba a terminar nunca e incluso nacían parejas que se casaban en lujosos tanques para divorciarse dos coches más atrás, en cualquier utilitario. La vida iba acelerada como un fórmula 1 por un solo día.

Pero toda fiesta tiene su fin y tras tanto bocinazo, bodas y bailes, pasados ya algunos días los coches se fueron derritiendo poco a poco en la acera dejando un rastro de óxido podrido y un hedor a aceite quemado. Los ejecutivos filipinos volvieron a escalar los edificios en modo de rebobinar para volver a sus oficinas, la ciudad volvió a su habitual color gris azabache y la gente, que había vuelto a trabajar, borró con acetona sus sonrisas y volvieron a su estupidez habitual.

-¿Crees que volverá a nevar pronto? Le preguntó Roto a Descosido mientras fregaban los cepillos de dientes de la cena...

-Espero que no – respondió evasivo Descosido.

jueves, 4 de febrero de 2010

Roto y Descosido. Sus corazones


Roto y Descosido tienen corazón, en éso no son distintos a ningún radiador ni a cualquier hombre supramoderno de antaño. Ahora bien, también es cierto que presentan ciertas anomalías o diferencias con el resto de corazones, incluso entre los suyos, que no les permite ser intercambiados o pasar fácilmente la Inspección Trianual Ventricular (ITV). De hecho sus corazones han ido variando según el paso de los años, libros leídos y decepciones adquiridas por contagio sanguíneo, pero aun así palpitan como el de cualquier lector medio, y las razones siguen siendo un misterio para todos. Pero vayamos por corazones:



El corazón de Roto es ventricular cuneiforme, casi palimpsesto, por lo que bombea según un modelo de válvulas P que se autogestiona bajo un sistema de mancomunidad marxista donde la sangre circula básicamente mediante la votación explícita de ninguno de sus miembros, hecho que provoca a Roto más de una arrítmia e incluso paro cardíaco durante el 1º de Mayo, día en el que sus válvulas salen a la calle para manifestarse con pancartas y sonajeros. Lo mismo sucede en las fiestas de guardar y, a veces, tanta pancarta y tanta calle es realmente incordiante para Roto, que debe descansar en casa.





Por este motivo, su corazón es débil y susceptible, entrelazándose las piezas y cavidades mediante una argamasa cardíaca habitual a base de fluor que compra en la gasolinera. Asimismo miles de recuerdos, nombres y castillos que no fueron llegan diariamente al corazón de Roto través de sus glóbulos azules, que viajan en zumos polares. Una vez allí son pasados por la trituradora para mezclarlos todos, cayendo como virutas de palabras sobre la cabeza de sus células invisibles, que saben de todos sus secretos.



Por otro lado, el corazón de Descosido es igualmente irregular, funcionando con un modelo de bloques federados laicos bajo un régimen anarcocapitalista que le permite hacer lo que quiera con su tiempo y dinero (que en realidad son lo mismo). Su corazón carece de votación por ser una dictadura, pero padece de taquicardias por tanto desfile y discurso.



Provocado por tanto sobresalto, el corazón de Descosido le dio un susto hace unos años y le tuvieron que reemplazar la mitad de las piezas por otras de importación japonesa. Pero fue peor, puesto que cada festivo y fin de semana sus glóbulos se declaraban en huelga de superproducción, bombeando el doble y provocandole más taquicardias y numerosas borracheras. No obstante, las precisas piezas japonesas le trajeron alguna ventaja puesto que, a diferencia de Roto, ninguna francesita con boina checa y acento húngaro podrá romperle el corazón por falta de comunicación entre los órganos.
Además, y por preacución, Descosido se hizo instalar en su última ITV una caja negra donde esconder sus riesgos nocturnos, poder descifrar sus andanzas con otros corazones y dejar testimonio de su muerte el día en que llegue. A Roto esa idea le pareció demasiado macabra y prefirió comprarse un helado de tabaco.
Aun así, ambos ahorran para en la próxima inspección hacerse con uno de esos cazamariposas cardíacos que detectan los rádares de la Sociedad de los Estropeadores de Sueños y Olvidos (SESO). Sin duda, la vida sería más agradable sin ellos.

lunes, 1 de febrero de 2010

Roto. Sus orígenes

Era una noche soleada, Roto nació con una esquina doblada y una oreja de más, hecho que le provocaría más de una y mil burlas tanto en la escuela primaria como en el Instituto de Maquetación de Filtros Poéticos, donde estudiaría más adelante. Fue por ello que decidió esconder su defecto congénito tras múltiples palabras con tilde: camión, canción, crítico.., detrás de ellas se parapetaba -también detrás de detrás, de escondía y de también-, para que no vieran su oreja adicional. De este modo nadie notaba la diferencia y, cada vez que alguien intuía su particularidad, Roto se lanzaba...

“copón
colchón
allá
almidón
más
¡¡¡Epíteto!!!”

Las pupilas de los curiosos chocaban de bruces contra tanta tilde y Roto respiraba aliviado, mientras que de la esquina doblada nadie tuvo nunca noticia, quizás ni él mismo. Aun así, no pensemos que todo eran pegas y colas con la dichosa oreja, puesto que tal particular situación le trajo dos cualidades especiales e imprevistas: por un lado sabía escuchar como poca gente sabe a los demás, hecho extraño y añorado, sobretodo desde la invención de los orales portátiles y los audioterrenos móviles. Roto se sentaba ojiabierto y era capaz de mirar a alguien y deborar sus palabras a cucharadas, añadiendo de paso nuevas palabras con tilde a su colección. Si alguien fruncía el ceño y atisbaba algo extraño, él no dudaba ni un segundo: “¡¡Baladí!!”, y el otro seguía hablando como si nada, contando sobre amoríos, dinosaurios o recetas, aunque un pelo receloso. Por otro lado, adquirió una gran sensibilidad para la música, la cuál se pasaba horas y días escuchando arrellanado en su cama. Sacaba al aire su oreja, la tercera, y gozaba ya fuera de Mozart como de un camión de la basura, moviendo sus manos y pies al compás. Además de estas curiosidades, físicamente era bastante alto para ser bajo aunque un poco feo para ser guapo, y se peinaba con tenedor.

Después de sus estudios en el IMFP trató de estudiar en la Universidad, decidiéndose por la Ingeniería B de Filosofía Aplicada, pero le decepcionó, sobretodo debido a la escasez de prácticas paracaidísticas y a las malditas huelgas del centollo. De modo que no tardó mucho en dejarlo, encadenando durante meses varios trabajos otro tras uno: banquero, ladrador, lector para pasteles, paseador de Biblías, auscultador, bandido mexicano, camarero acuático, perforador de vasos, morsa, Vedette, lavametros, dios azteca, artista ciego, decapitador en la Revolución Francesa, vendedor de orales portátiles, gruppie e incluso profesor, pero ninguno le satisfizo realmente. Tras pensarlo poco y beberlo mucho, decidió finalmente pedir una Beca Real para construir castillos en el aire, hecho que provocó más de un disgusto a la familia que no tenía y a sus amigos republicanos que era uno, pero a Roto le dio lo mismo puesto que no era de ideologías o era de todas, lo suyo era escuchar, así que se estableció feliz entre las nubes. Tenía 18 años.

Pero no pasó mucho tiempo hasta lo acusaran de falsificador de volutas y de plaquetas YTONG de 7cm de espesor, quedándose por ello sin trabajo, suspendido en el aire y sin ángel de la guarda. En ese momento descubrió que ya estaba quebrado para siempre y que miles de tildes no solucionarían nada. Pero bueno, de esto hace ya mucho tiempo, en los orígenes de Roto, dentro de 20 o 30 años...

domingo, 31 de enero de 2010

Las aventuras y desventuras de Roto y Descosido...