jueves, 18 de marzo de 2010

Roto. Sus viajes en avión.

Para los días en que se siente verde y derretido, Roto tiene una afición secreta sólo conocida por Descosido y su tía Clara, la madre de su hermano, la que vive en el molino. Esta distracción ocasional no consiste en pelar lagartos o escupir a las pirámides, sino en dar largos paseos en avión en las noches estrelladas de verano con un modelo F9 mesopotámico heredado, de dos motores, alas plumeteadas y hélices de caucho policromado que compró en un rastrillo.

Durante sus largos trayectos nocturnos siempre va solo. Se ajusta sus gafas de aviador, se encasqueta su Stetson prestado de las galerías de Descosido y despega desde su balcón, donde ha improvisado una pista de aviación con margaritas como luces. Desde allí se eleva y eleva en tirabuzones inversos en busca de sus viejos castillos y crea de nuevos, o bien sale de la cabina y pasea entre las alas, rompiendo las nubes a dentelladas o gritando hasta que el viento se espanta y el eco retrocede asustado con el verbo entre las piernas.

Atalaiado y extasiado, se siente especial y luminoso, tanto que se abandona a bailar tangos con la noche y a volar circularmente en linea recta con su avión, arriba y abajo, abajo y arriba.., hallando una paz que nunca encontrará entre la gente, e incluso llega a olvidar que un día se rompió para deshacerse de tanta tilde, empezando a pronunciar, como le vienen en gana, las palabras desacentuadas...

roscon


capellan


solido


crucifixion


jupiter


haragan


¡¡¡Epiteto!!!

Adentrado en plena noche, aprovecha para desabrocharse su camisa y dejar su oreja al descubierto, sólo entonces empieza a escuchar aquella música la cual nadie más es capaz de hacerlo. Para todos aquellos que no hayáis leído el estudio del astrónomo renacentista Tycho Brahe, De la comunicación secreta de las estrellas (1587), os resumiré que sus teorías pregonaban una comunicación entre constelaciones mediante ondas sonoras, imperceptibles para cualquier oído humano al alcanzar tonos a los que nuestra deficiente naturaleza no llega, a no ser que tengas tres orejas y un avión bimotor.


Roto se arrellana entonces en sus alas, dejando que sea el azar quien guie el avión y disfruta del más bello concierto que jamás nadie haya podido escuchar, un concierto que le lleva a sueños lejanos durante horas, una conversación en perfecta armonía entre las estrellas, quienes le explican historias que sólo ellas han visto mediante ondas, y Roto se las guarda para él...

A veces, cuando aterriza de vuelta en su balcón, ya de madrugada, Descosido le está esperando con su ushanka puesto y no puede evitar preguntarle por las melodías secretas de las estrellas, aunque del mismo modo que tan sólo él puede escucharlas, también es incapaz de reproducirlas. Descosido le mira desconfiado y decepcionado mientras se clavetea y Roto se zambulle en su pecera con una sonrisa infantil, tarareando entre burbujas.