De algún modo extraño, siempre ha existido gente o individuos con mirada pesada, un grupo anónimo de mercachifles que no ha perseguido otra cosa que estropear y demoler los sueños y realidades ajenas, las de los no-sesudos, con mazos de verdades y hechos.
El joven Mojo Poco ya era ridiculizado en la escuela por no saber dibujar ni un dinosaurio en bañador. Día tras día era apartado de todo juego y cacería, lo que le llevó a regar su rabia hacia los soñadores, aspirantes a futbolistas, arquitectos de piedras arenosas, escavadores de narices, artistas paracaidistas, astronautas embarrados, rayuelistas profesionales, piratas en chanclas, creadores de cuentos submarinos, marinos sin cuencos y a los acentos de vientos albinos. Y odiaba y odiaba, pensando (puesto que ni soñar sabía) en un mundo práctico y allanado, regular como un paisaje esquimal. Sólo entonces el mundo podría parecer un mundo decente y limpio. De hecho, afirmaba que la mayoría de los problemas de la humanidad eran por causa de todos aquellos genios que habían tratado de cambiar el mundo: sin Einstein no hubiera existido la Bomba Atómica, sin Napoleón el mundo se hubiera ahorrado miles de muertos y sin Elvis Presley decenas de miles de chicas no hubieran soñado con rebeldes descarados y se habrían limitado a ser buenas madres.
Trabajar, producir y morir, Mojo Poco pensaba en un nihilismo realista productivo.
Se escondió durante medio lustro en el armario de sus padres y allí trazó su magno plan, escribiendo poco a poco las clausulas de su Manifiesto Real, que no tardaría en repartir entre los estudiantes que suspendían arte y plástica, oficinistas voluntarios, sedentarios sin cordones o matemáticos desilusionados. Su oferta era demasiado idiota para ser rechazada y en poco tiempo nació la Real Estructura Anti Libertad de Ideas Diferentes y Arruina Deseos, la REALIDAD. Un grupo de jóvenes revolucionarios hartos de tanto soñador y licencioso de terraza.
Al principio se limitaban a despertar a la gente que soñaba plácidamente en sus camas por la noche, a poner bombas en jugueterías, amenazar a ilusionistas de burbujas o limpiar cualquier pintada en la calle. Pero, poco a poco, gracias a la huelga del centollo y a la debilidad del entonces gobierno onírico, en su peor momento por el caso del Grial, fueron ganando popularidad dentro de una población cansada de cantos de sirenas y baladas de barracudas. De modo que algunos banqueros descontentos y sin furuo se unieron y decidieron crear un grupo armado que ayudara a la REALIDAD. Habían nacido así las SESO, el brazo policial de Mojo Poco, quienes decidieron perseguir esquina por avenida a todos aquellos soñadores, rotos, licuados, empanados, descantillados, descolgados, descosidos, agrietados u olvidados. Todos aquellos que no fueran reales como un ladrillo bajo el sol.
El joven Mojo Poco ya era ridiculizado en la escuela por no saber dibujar ni un dinosaurio en bañador. Día tras día era apartado de todo juego y cacería, lo que le llevó a regar su rabia hacia los soñadores, aspirantes a futbolistas, arquitectos de piedras arenosas, escavadores de narices, artistas paracaidistas, astronautas embarrados, rayuelistas profesionales, piratas en chanclas, creadores de cuentos submarinos, marinos sin cuencos y a los acentos de vientos albinos. Y odiaba y odiaba, pensando (puesto que ni soñar sabía) en un mundo práctico y allanado, regular como un paisaje esquimal. Sólo entonces el mundo podría parecer un mundo decente y limpio. De hecho, afirmaba que la mayoría de los problemas de la humanidad eran por causa de todos aquellos genios que habían tratado de cambiar el mundo: sin Einstein no hubiera existido la Bomba Atómica, sin Napoleón el mundo se hubiera ahorrado miles de muertos y sin Elvis Presley decenas de miles de chicas no hubieran soñado con rebeldes descarados y se habrían limitado a ser buenas madres.
Trabajar, producir y morir, Mojo Poco pensaba en un nihilismo realista productivo.
Se escondió durante medio lustro en el armario de sus padres y allí trazó su magno plan, escribiendo poco a poco las clausulas de su Manifiesto Real, que no tardaría en repartir entre los estudiantes que suspendían arte y plástica, oficinistas voluntarios, sedentarios sin cordones o matemáticos desilusionados. Su oferta era demasiado idiota para ser rechazada y en poco tiempo nació la Real Estructura Anti Libertad de Ideas Diferentes y Arruina Deseos, la REALIDAD. Un grupo de jóvenes revolucionarios hartos de tanto soñador y licencioso de terraza.
Al principio se limitaban a despertar a la gente que soñaba plácidamente en sus camas por la noche, a poner bombas en jugueterías, amenazar a ilusionistas de burbujas o limpiar cualquier pintada en la calle. Pero, poco a poco, gracias a la huelga del centollo y a la debilidad del entonces gobierno onírico, en su peor momento por el caso del Grial, fueron ganando popularidad dentro de una población cansada de cantos de sirenas y baladas de barracudas. De modo que algunos banqueros descontentos y sin furuo se unieron y decidieron crear un grupo armado que ayudara a la REALIDAD. Habían nacido así las SESO, el brazo policial de Mojo Poco, quienes decidieron perseguir esquina por avenida a todos aquellos soñadores, rotos, licuados, empanados, descantillados, descolgados, descosidos, agrietados u olvidados. Todos aquellos que no fueran reales como un ladrillo bajo el sol.
Y así, y en resumen, fue como empezó todo el año sin nubes en el que las SESO llegaron a la ciudad y no eran más que la punta del iceberg más real y peligroso que hundiría el transatlántico de los sueños y las excepciones. Apartados de la política en desuso y bajo la recta batuta de Mojo Poco, la REALIDAD era una hoz sin martillo que pretendía sesgar todas las rayuelas del mundo.
Vivan las musas!! Nadie acabará con las rayuelas!! Puta REALIDAD...
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