miércoles, 10 de febrero de 2010

Roto y Descosido. La nevada de coches del 77

Como ninguno de nosotros, Roto y Descosido sí estuvieron en la nevada de coches del año 77. Ése fue sin duda un día celebrado del cuál incluso se han escrito obras de teatro y diccionarios epistemológicos, además de hundir por unos instantes a la industria del automóvil filipina.
Aquel día, como hacían de costumbre últimamente, Roto y Descosido dormían en la misma habitación después de una noche buscando sirenas en los ceniceros de los bares. Roto descansaba en su pecera mientras Descosido lo hacia crucificado al revés en su cruz de algodón, cuando, de repente, el sonido de los tapacubos al chocar con la acera les despertó pese a que apenas hacía un par o diez de horas que uno se había puesto la escafandra y el otro hundido sus clavos...
-¿Qué es ese alboroto sónico? - preguntó Descosido.

-¡El séptimo de caballería!- respondió Roto saltando de su pecera y mojando las paredes.

-No puede ser – negó Descosido – están de gira por Nueva Zelanda.

-¿Quizás el sexto?

-¿En lunes? Ni siquiera el tercero amigo Roto.

-¿Y si fuera el fin del mundo? - se preguntó Roto en voz alta y alarmado mientras desatornillaba los clavos de Descosido.

-No gracias, no desayuno los lunes, sólo café.

Rebuznando hacia la ventana se asomaron para ver tal insólito acontecimiento: cientos de cohes lloviendo bajo un cielo plateado de color anaranjado.

-¡Por Zeus!- gritó Roto – la ira de Cocheidón está cayendo sobre nosotros, ya lo decían los clásicos en sus Revelationis Catastróficum sobre el fin mecanizado del mundo. Lo recuerdo de la escuela perfectamente, éso y el olor de los pies de Pérez.

Creo que olvidaste de encender el hidrógeno ácico antes de dormir – respondió irónicamente Descosido mientras corría a encender la teleaudio para saber si daban alguna noticia al respecto. Roto por su parte buscaba su cazaimágenes. Finalmente la encontró y fue como un trueno a la ventana para sacar una instantánea. Puso el aparato en el modo cartel publicitario de principios del siglo XX, en blanco y negro para ser más artística, y apretó el botón hasta que hizo “click”. He aquí dicha imagen.

En el mismo instante se oían las carcajadas de Descosido desde el comedor, que se tripartía de risa de lo que veía, puesto que la nevada no era homogénea como la de bananas o guantes, sino que como lo son los automóviles, era clasista. De este modo, mientras en los barrios humildes caían 600, Fiat punto y algún microvante, los barrios ricos se veían invadidos de limusinas, Maserattis y tanques siberianos, tan de moda últimamente. Aunque la peor parte se la llevó el barrio de los traficantes, donde era un verdadero drama ver como los coches deportivos se amontaban hasta cubrir la totalidad de puertas y ventanas, debiendo lanzar la droga desde el tejado.

Pero eso no era todo, la teleaudio anunciaba que se cancelaban las clases en la universidad y que esta vez no era debido a la huelga del centollo sino a la nevada. Tanto la facultad de Ingeniería B de Filosofía Aplicada de Roto, que ya había abandonado hacía años, como la de Teoría del Bar y Partidas Comparadas de Descosido. Advertían además que ningún estudiante debería ir a clase bajo riesgo de ser detenido y llevado a un campo de concentración de la SESO.


-¡Remierda! - ladró Descosido – mi tiempo es un pedazo de cera para perderlo así-. Puesto que pese a no ir nunca a clase se tomaba sus estudios muy en serio. Mientras tanto Roto imaginaba qué castillos se podrían construir en aquel cielo plateado.

Como tenían el resto del día libre según las autoridades, decidieron salir a pasear bajo la nevada, capturar imágenes y quizás incluso hacer algún muñeco de coches.

-¿Antes de salir debo coger mi paraguas? – preguntó Roto.

-No lo creo, la nieve de coches es bastante seca, no nos mojaremos mucho, si acaso un poco con el líquido de los frenos.

-¿Y qué pasa con los parabrisas? - insistía Roto – son engorrosos de limpiar del abrigo.

-Vaaaaaaaaaaaaaaaaale – admitió Descosido – entonces pongámonos el bañador y las gafas de bucear y salgamos de una vez.

-Dicho y vestido – canturreaba Roto mientras Descosido se cambiaba de sombrero.

Aquella, sin duda alguna, fue una tarde de ensueño, admiraron la caída de los coches mientras comían un helado a la brasa, sacaron imágenes, hicieron muñecos de coches con bufanda y sombrero, jugaron a tirarse neumáticos y volantes.., sin duda parecían dos niños con cuentagotas nuevos. Y lo mismo sucedía con el resto de la gente, que parecía que tampoco debían ir a trabajar y habían salido a la calle con sus niños y elefantes. Todos sonreían y eran amables, incluso aunque sólo fuera por un día, tal vez parecían buenos.

Pero no fue así todo el día, después de unas horas y de que la impresión inicial pasara por la cornea hacia la retina y se procesara en el cerebro, la gente que es estúpida pero no tonta, empezó a coger coches para quedárselos; así que aquí uno se apropiaba de un BMW, allí otro de un MWV, etc., ya que los coches nevaban como debía ser y caían al suelo con las llaves puestas en el contacto. Los más avariciosos, que no eran pocos, iban en peregrinación hacia los barrios ricos en busca de los tanques siberianos, pero debían tener cuidado puesto que un alud podía dejarlos totalmente sepultados bajo la nieve mecánica.

Roto y Descosido, que eran bobos pero no tontos, decidieron sumarse a la orgía del automóvil de ocasión apropiándose de uno pese a que ninguno de los dos tenía el permiso de conducir en regla (a Roto le había caducado en 1789 y con tanta Revolución Francesa y funcionario en la calle no pudo renovarlo, luego ya se le fue olvidando; mientras que a Descosido se lo habían retirado la SESO por conducir sonriendo). Pero ese día todo les daba igual puesto que todo parecía permitido y hasta las farolas cantaban.

Se hicieron con un descapotable rosa con un rayo azul metálico que lo cruzaba de principio a fín que parecía decir soy una pantera rosa atropellada por un rayo. De modo que todos ya tenían un vehículo propio, era el sueño de Henry Ford caído del cielo, y venga coches y más coches, y algunos maldecían haberse comprado uno el día anterior. Y por la teleaudio llegaban noticias del crack del 77 en Filipinas, donde los principales fabricantes de coches se tiraban desde las ventanas, suicidándose por la quiebra inmediata, produciendo una lluvia de hombres en lugar de coches, haciendo buena la frase de que nunca llueve a gusto de todos.

Pero en el barrio las noticias de Filipinas quedaban ahogadas por el rudio de las bocinas que tocaban al unísono la melodía de Autobahn mientras daban vueltas y más vueltas a la rotonda de Alexander Cummings, una de las más grandes de la ciudad. Parecía que tanta felicidad no iba a terminar nunca e incluso nacían parejas que se casaban en lujosos tanques para divorciarse dos coches más atrás, en cualquier utilitario. La vida iba acelerada como un fórmula 1 por un solo día.

Pero toda fiesta tiene su fin y tras tanto bocinazo, bodas y bailes, pasados ya algunos días los coches se fueron derritiendo poco a poco en la acera dejando un rastro de óxido podrido y un hedor a aceite quemado. Los ejecutivos filipinos volvieron a escalar los edificios en modo de rebobinar para volver a sus oficinas, la ciudad volvió a su habitual color gris azabache y la gente, que había vuelto a trabajar, borró con acetona sus sonrisas y volvieron a su estupidez habitual.

-¿Crees que volverá a nevar pronto? Le preguntó Roto a Descosido mientras fregaban los cepillos de dientes de la cena...

-Espero que no – respondió evasivo Descosido.

5 comentarios:

  1. Roto y Descosido me siguen recordando a Vladimir y Estragon. No sé si voy muy desencaminado...
    Me dijeron que vuelves. Te esperamos.
    Ricardo.

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  2. Joé, tanta baba no puede ser buena. Y de la envidia que me das ya ni hablamos. Muak!

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  3. jejeje ¡que la ira de Cocheidón no te coja por Polonia! y que mantengas a ralla al SESO ese!:D

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  4. Ricardo, la verdad es que no había ni pensado en ellos, pero ahora que lo dices...

    gracias Maica y Helena.. :)

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  5. No me vuelvas a dar las gracias por comentar!!!!! Escribe y calla!!! Sobre todo lo primero... Más tren y menos suavonismos.

    Besos!

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