miércoles, 7 de abril de 2010

Roto y Descosido. La princesa de Gracia

Era una tarde nublada con un sol de escándalo, la nieve caía a borbotones sobre la Plaza Roja amontonándose bajo los pies de Roto y Descosido, quienes abandonaban el Palacio de Invierno después de escuchar las arengas del último cacique neopopulista a la burguesía trabajadora. Caminaban despreocupados y rítmicos mientras hablaban de filosofía vegetal o cantaban “Svetlana mi morena”. En algún momento cruzaron el Sena hasta Alexanderplatz, y una vez allí pensaron que lo mejor quizás sería dar media vuelta y bajar por Charing Cross hasta llegar a la Plaça de la Vila de Gracia, donde tomarían un cubo de horchata. Dicho y trotado.


Una vez aterrizaron en la plaza no oyeron el estridente y quebrado sonido de la campana sino algo diez veces peor, una voz en rebuzno pidiendo auxilio desde las cloacas de alguna alma. Roto y Descosido se acercaron a la pata coja hasta el centro de la plaza y le rebuznaron en respuesta:


  • ¿Quién hay? - preguntó Roto.

  • ¿Eres tú, Ella? - añadio Descosido con cierta esperanza..

  • No, no soy Ella, ni por asomo; mas la conozco y, si preguntas por ella, gentil caballero, debéis de ser el conocido como Descastado.

  • Descosido, sí. Tienes un hablar raro, ¿de qué barrio eres? - observó el menos Roto de los dos.

  • Soy una princesa – respondió ella-, la Princesa de Gracia. Veréis, mi padre el Rey me encerró mucho tiempo atrás en esta torre y dad por seguro que no puedo salir.

  • ¿Has probado abriendo la puerta? Una vez a mi me pasó lo mismo – espetó Roto – ¿Puedes asomarte también, para que podamos verte?.


Y de la oscuridad fue surgiendo la figura de una joven petrarquista: morena y de profundos ojos negros, con una abrigo de pieles de amapola. Descosido, que andaba un poco cabizbajo por no haberse encontrado con Ella, le preguntó porque motivo su padre la había encerrado en esta torre habiendo celdas tan cómodas en Palacio.


  • Veréis, amables caballeros, el Rey tiene miedo de lo que dicen por las calles: que hay un músico que ronda estas tierras, que tiene un extraño instrumento que hizo con sus propias manos y que consigue seducir y confundir a cualquier chica o gata en celo. Pero no culpo ni maldigo a mi padre, puesto que en el fondo es bueno y sólo me tendría aquí encerrada hasta que mi oído quedara deshecho con tanta campanada. Entonces podría volver a salir...

  • Qué real ternura.. - interrumpió Roto.

  • Perdone, ¿Tiene tres orejas? -preguntó la princesa mientras fruncía el ceño.

  • Mmm ¡qué tontería habláis, rediós?- respondió tíldicamente Roto.

  • Ah, sólo pensaba que..

  • ¿Y ese músico por donde anda? - dijo alzando la voz y cambiando de tercio Descosido.

  • No lo sé – respondió la princesa – algunos dicen que se oculta en las cuevas por el día y que de noche bebe licores destilados por alquimistas calvos. Y el hecho es que yo también quiero salir y beber de esos líquidos y cantar “Svetlana, mi morena”. Veréis, me estoy haciendo mayor y no quisiera morir antes de que esta campana gritara incluso la muerte de mi padre.


Roto y Descosido se miraron sin comprender mucho el problema de la princesa pero aun así decidieron ayudarla a bajarla de la torre y llevársela con ellos a cazar ardillas con tornillos y tomar unas gambas con capucha. La princesa sonrió y ya sólo faltaba el cómo.


Como ninguno de los tres no tenía ni idea, Roto y Descosido se fueron al viejo supermercado de libros desusados con la esperanza de encontrar algún manual que les indicara el camino. Hallaron varios volúmenes sobre la materia, El escape de torres en tres pasos para principes sin complejos, Aprenda a trepar en 4 horas, El rapto empieza cuando la princesa dice “no”, El manual de escapada de iglús comunistas, De torrem scapatorium, etc., pero ninguno les desentrallaba qué debían hacer exactamente. Hasta que, al mismo tiempo que un joven músico barbudo les trataba de vender Escape de los campos de las SESO bajo mano, Roto descubrió un viejo libro del que descubrió el título una vez hubo aspirado el polvo: Rescate su propia princesa, vol.2-Torres. Parecía el indicado. Pero el único problema era que estaba en ubijé, de modo que tuvieron que hacer las maletas (con sombreros de Descosido incluidos), coger un tren y viajar hasta Turquía. Pese a que no encontraron a ningún hablante de esta lengua, pasaron dos años practicándolo entre ellos y tocando la guitarra. Eso les permitió volver a Gracia y leer el manual; sólo que también les decepcionó, pues ya lo decía en la última página, “excepto para princesas petrarquistas”.., “¡Qué mala pezuña!”- se quejó Roto.


Aún así decidieron hacerlo a su manera. Se acercaron a la torre y despertaron a la princesa, hecho que les llevo su tiempo, puesto que durante este tiempo su oído había perdido bastante, y les hizo recurrir a las pedradas. Ella se mostró alegre pese a los chichones y les preguntó cómo habían decidio ayudarla, ambos levantaron los hombres y se miraron..


  • Ya lo tengo- dijo Descosido -arrojad vuestra melena al suelo, nosotros subiremos por ella y desde dentro romperemos la puerta.


Una melena oscura como una serpiente rey de México se deslizó en el aire hasta tocar practicamente el suelo y le pidieron a la princesa que se agarrara los más fuerte posible a la barandilla. Pero no había manera de decidir cual de los dos debía subir, así que resolvieron el problema como siempre lo habían hecho, o los dos o ninguno. Así que se sujetaron con manos, pies y dientes, y empezaron a trepar con tanto ímpetu que no fue la princesa la que cayó sino su pelo, viéndose descabellada como un cualquier vaquero en Sonora.


Roto y Descosido cayeron al suelo de culo “plaf” y el rebuzno de la princesa fue tal que despertó a los guardianes, a las SESO y hasta al Rey, dejándoles como única solución salir corriendo de allí con los talones en la nuca y abandonar a la princesa calva.., corrieron por Charing Cross, volaron por Alexanderplatz, nadaron cruzando el Sena, batiendo además un récord olímpico, y dejaron atrás la Plaza Roja hasta llegar a casa. Una vez allí, y pasado el susto, tomaron un té con imperdibles y se hicieron unas preciosas cortinas con la melena de la princesa.., si lo pensamos bien, ¿Qué otra cosa podían hacer?.


De la princesa cuentan que se quedó definitivamente calva y sorda para el resto de sus días, mientras que poco a poco se fue marchitando. Dicen también que un día el músico pasó por allí y ella lo miró y le habló, pero que él desvió la mirada y no le hizo ni caso. Al fin y al cabo no era monarquico.

2 comentarios:

  1. Para el próximo quiero un trocito por lo menos del hit del momento, "Svetlana mi morena"... me ha sonado a algo de la Pantoja!!! Va, anímate y suelta un poquillo de letra...

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  2. Joé cómo te has pasao con la churry! pa compensar esto tendrás que inventarte a una churry nimfómana que salga dando palizas a unos pocos,venganza! por dar ideas que no quede...

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