jueves, 22 de abril de 2010

Descosido. Sus orígenes.

Descosido no sabía que había nacido hasta muchos años después, cuando se lo dijo su comadrona una noche que zumbaban los gorriones célticos y los cigarrillos caían del cielo de los bares. De antes recuerda como los pupitres de la escuela le quedaban estrechos como los días a febrero y que le gustaba dibujar bodegones con el dedo en las mesas, coleccionar clavos despuntados, mirar los paraguas entrechocar los días de lluvía y romper relojes a martillazos. Durante ese tiempo no tenía familia alguna excepto la suya, hasta que su padre lo abandonó un día bigote en mano para desaparecer en su sillón y no volver, no quedándole otro remedio que (sobre)vivir con su abuela y su cocodrilo gris. El animal hablaba demasiado y la menos animal nunca decía nada, llegando ambas posiciones a ser criticadas airadamente por la comunidad de vecinos albinos donde residían. También recuerda que sólo bebía Cacaolat y pastís, y de como llegó a odiar ambos.

Después de nacer un día lanudo y de escarcha densa, se aburrió de los paraguas y se parapetó 1000 noches en su pabellón partícular. Allí se abandonó a los libros pese a que no leyera ninguno; simplemente se arrellanaba en su cama de espinas y colocaba cada uno de los volúmenes encima de su cabeza. De ese modo esperaba que la información se transmitiera directamente de las páginas a su cerebro, imaginándose cada una de las historias que cayeran en su frente. Sin duda la suya fue una de las bibliotecas más particulares que hayan existido nunca, o quizás lo fue tanto como cualquier otra.

A diferencia de Roto, nunca pensó en trabajar y por ello optó por perder el tiempo y la esperanza entrando en la universidad, concretamente en la facultad de Teoría del Bar y Partidas Comparadas, pero pasaba más tiempo en la biblioteca andando con libros en la cabeza que en el bar, y con ello se resintieron sus notas y su vida social. Fue así como decidió que no saldría mucho y se entrenaría para el récord mundial de kilómetros en habitación interior, en la modalidad de 8 metros cuadrados. Un día que andaba con todos los volúmenes de La comedia humana por montera vio a Ella pasar desde su escotilla y una parte de él no pudo evitar quedarse enganchado en alguna de los vértices salientes de su sonrisa. A partir de allí perdió el hilo de todo, dejó de ser para empezar a deshilacharse y descoserse poco a poco desde su cabeza, quedándose una simple sonrisa con el ovillo completo de sus restos más enteros.

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