jueves, 16 de febrero de 2012

De perfumes y sirenas

Contexto: un sábado cualquiera de Odisea incompleta. Página 200. Una nubecilla cruza los cielos metálicos del Mediterráneo a media mañana. Una nave espacial. No hay sonido pese que vemos un crujir de hojas bajo pies. De momento todo parece apacible y elástico como un chicle macerado. La cámara se acerca a las puertas del Templo Comercial de Jerusalén, abajo en el Valle.

Personajes: Roto
Descosido
Doctor Kawiczick
Ulises
Charlie


Trama: Ulises saltó de su página 200 al tropezar con un punto y coma y se odisea perdido con Roto y compañía. Están resbalando en caída libre hacia el valle, buscando la piscina que les lleve de nuevo a la página 201. No hay suerte en martes.

A continuación: del templo comercial empieza a llegar un olor susurrante en la bemol.

A continuación: Charlie tropieza con el olor y empieza a husmear cojo, perdiéndose cuesta al lado sin remedio. Las narices del resto se ponen en luz verde semáforo.

- ¡Son las sirenas de nuevo! - Brama Ulises, a mí la tripulación (pero en griego clásico todo, claro).

- ¿Qué dice? - preguntó Roto.

- No sé, habla raro. Demasiada agua de mar y cocaína. – responde Descosido.

El Doctor Kawiczick empieza a brincar y romper rampas mientras el resto perfora y apura sus narices arriba y arriba. Sin duda algo huele extraño pero no en Dinamarca, sino en el Mediterráneo. Restan parados como cipreses mientras el olor danza sinuoso en corro en varias direcciones.

- ¡Rápido – vuelve a gritar Ulises – atadme a un árbol mis grumetes hasta que nos lleve la marea!

- ¡Cómo berrea este griego! – se queja Descosido.

Pero lo recierto es que ya están todos hipnotizados con aquel olor. Curiosidad curiosidad que mató al gato.

A continuación: ojos como platos soperos que miran en dirección al templo menos los de Charlie, que sigue oliendo cojo. Se hace una votación después de dos vueltas electorales y tres meses de campaña para decidir qué hacer. Por unanimidad nula se escoge bajar al templo, el voto de Ulises no contó al no entenderlo. Es más, cansados del héroe, lo atan a un árbol para que se calle. Algo dice de su esposa.

A continuación: la cámara se dirige al Templo, seguida de Roto, Descosido y el Doctor, a Charlie lo han perdido. Como un abanico caluroso de agosto, de golpe, se abren las puertas. Dentro, una estela de luces fluorescentes y asesinas que lanzan palidez y mármol les deslumbra y les hace retroceder. Un elenco de sirenas salen a su encuentro. Bienvenidos a la sección de perfumería.

A continuación: avalancha de perfumes y sirenas

- Prueba este perfume guapo, ninguna mujer se te resistirá- dice una sirena mientras rodea con su cola el cuerpo de Descosido.

- A mi vecina la del cuarto también? No quiero serle irresistible.

- ¿Y a mí? ¿quieres que me resista a ti o no?

Marea de carmín y pieles brillantes, un crujir de mandíbulas que sonríen y el primer hedor a pescado.

A continuación: gritos de una sirena que intentaba arrancar la camisa de Roto y ha descubierto su tercera oreja...

- ¿Tiene 3 orejas? - grita una sirena. Se llama Pisíone, lo dice una placa en su blusa.

- ¿Decías, bombón? Quédate tácita, así estás más fetén.. - responde tíldicamente para evitar ser descubierto mientras se cierra la camisa.

El Doctor Kawiczick desparrama sus gritos sobre el suelo reluciente y trata de huir arrastrándose, pero las colas de las sirenas le cortan el paso. Más y más pestilencia, las muestras rellenan cada segundo el aire ya malsanamente perfumado. Se avecinan arcadas y Descosido se baja su txapela hasta la nariz para evitar el arrullo de las colas de pez. No gracias, no gracias. Pero Roto empieza a dudar, platicando con Pisíone bajo un fluorescente agrietado, envuelto por melosas rociadas amorosas.

A continuación: tufo y colas, sudores fríos de Descosido y el Doctor colgado de un cartel publicitario donde aparece un futbolista en calzoncillos. Esto no es lo que tenía que ser. “Esto es el gran Templo Comercial y de aquí no sale nadie”, susurra Teles al oído de Descosido, que mira a Roto ya caído en los brazos de Pisíone, y se mece rodeado de frascos y rizos como serpientes.

Reducción de espacios, reducción de aire. Sudor y confusión, todo se va volviendo raramente real, y hasta se sudan los sueños. Más y más sirenas con sus placas, Telxínoe, Agláope, Melpómene... El doctor llora hasta perfume y Roto queda parapetado por un naufragio de colas estridentes. Descosido huele hasta a saldos de fin de rebajas y se teme lo peor, puesto que Roto es enamoradizo como buen soñador y el corazón le arrastra hasta la punzada.

Y allí de pie, Descosido piensa en Ella, solo en Ella. Cree en Ella y de allí saldrá solo con ese pensamiento. Fija la sonrisa de Ella como un mantra y avanza esquivando los coletazos heliceáceos que van y vuelven. Sangre en la nariz. Sonrisa en la playa, sonrisa en una trinchera.., Roto, hay que sacar a Roto de allí, no saldrá sin él. Las placas resuenan y el carmín le ciega con su brillo pero persiste la sonrisa de Ella. Una cola tímida y caída, esparcida entre escamas anuncia al Doctor Kawiczick llorando en el suelo. Mono al hombro y Descosido repite y repite la única fe que tiene en su cabeza.

Allí en el centro de todas las sonrisas elásticas hasta las orejas está Roto con los ojos hundidos en lo profundo de un océano de perfumes y cucamonas.

A continuación: a grandes problemas soluciones complejas. Descosido agarra al Doctor y le quita sus botas de cuero humano. Despega sus calcetines humeantes y los taladra en las fosas nasales de Roto. Dolor y aullidos. Roto vuelve en sí y mira a Descosido como a un tótem. Ha vuelto.

A continuación: Con calcetín por bandera, los tres accidentales héroes griegos ahuyentan a las sirenas que no se atreven a sonreír ante tamaña aversión cosida. Juntos, bien juntos llegan hasta la puerta del templo ante la maldición de Teles, quien llora enamorada, por fin, de Descosido. Abren la puerta y maldicen hasta el sushi. No volverán ni en rebajas.

Al cerrar las sirenas se amontonan sedientas de hombre contra el cristal. Teles vuelve a su lugar de trabajo y maldice el amor y las sirenas. Ocultará su amor hasta el final del libro.

Conclusión: la cámara se fija en las espaldas de nuestros héroes, caminan exhaustos como el brillar de las estrellas. Primer plano a Roto:

- Muchas gracias, sin ti me hubiera quedado allí dentro – le dice a Descosido.

- Tú habrías hecho lo mismo, lo sé. Además da las gracias a Ella, no a mí. Es por Ella que quise salir.

- Hoy soñaré con vosotros.

Y el Doctor Kawiczick sonríe y escupe al suelo.

Un sudario se empieza a deshacer al mismo tiempo que la página 200 se termina en un árbol anclado para siempre. Penélope seguirá en la 201.

Fundido en negro.