sábado, 20 de febrero de 2010

Descosido. Sus sombreros

Desde que Descosido era más Deshilachado que Descosido y todavía creía en las hadas y los sustos, siempre ha llevado sombrero y sólo lo veremos así. Puesto que Descosido nunca sale a la calle sin sombrero, nunca fuma sin sombrero, nunca va a la ITV sin sombrero, nunca se aburre sin sombrero, nunca inicia una revolución sin sombrero, nunca caza mamuts sin sombrero, nunca cojea ni maldice a Roto sin sombrero, nunca se desnuda sin sombrero, nunca parisea sin sombrero, nunca va a velatorios de vecinos sin sombrero, nunca se enamora sin sombrero, nunca cocina libros sin sombrero, nunca lee el Talmud en verso sin sombrero, nunca cita al oráculo sin sombrero, nunca ronronea sin sombrero, nunca mira las estrellas en los charcos sin sombrero, nunca compra sombreros sin sombrero ni llora ni baila desnudo el Himno de riego sin sombrero. Y, sobretodo, Descosido nunca habla de Ella sin sombrero. Ya no.

Entre sus armarios y alacenas circulan innumerable cantidad de percheros serios con sombreros que alterna según su estado de ánimo, día de la semana o periodo histórico en el que vive, marcándolos siempre con una etiqueta con su nombre y grupo sanguineo: Z neutro -2%. Incluso cuando viaja nunca lo hace sin sombrero, llevando una maleta o cien llenas de ellos. Eso y una libreta.


Para muchos es un enigma la razón por la cual protege su cabeza y no son pocas las leyendas que circulan al respecto. Aquí algunos afirman haber encontrado textos en sarcófagos esquimales donde se explican los motivos, allá otros citan a las antiguas ciencias del totalitarismo afrobudista; los más osados hablan de promesas a la Virgen de los bombines, mientras que los más simplistas aducen sencillamente al frío o a una posible calvície disimulada. Pero todo eso son dimes y diretes de viejas desdentadas sin concierto.

Pero lo cierto es que Descosido protege su cabeza para resguardar sus ideas del mundo, un búnquer mental que oculta todo el hervidero que (mal)vive y baila entre sus ojos y su coronilla. Antes escupía sus opiniones al mundo, hasta que descubrió que el mundo estaba habitado básicamente por delatores de sueños, estúpidos y cretinos, de modo que se ocultó de ellos bajo fieltro, cuero o paja. Por no hablar de las SESO, cada vez que ve una de sus patrullas, aunque no vayan de incógnito, estira con fuerza hacia abajo las alas de su sombrero y cierra fuertemente los ojos no vaya a ser que alguna idea se le escape y se lo lleven preso. Por otro lado, a medida que pasan los días, el sombrero de Descosido se va llenando de solilóquios, conversaciones, rostros del submarino, tildes de Roto y zumbidos solares. Entonces le duele el sombrero horrores, hasta que parece que le va a estallar y le viene migraña. Para solucionarla llega a casa, cierra las luces y se descubre para esparcirlo todo por la habitación en modo aspersor, que va cayendo allá y acullá ya sea en un lienzo, una libreta, un celígrafo o un mural cuadricomado con esquinas doradas. Después de eso, agotado, se pone su gorro de dormir modelo Hysken, se crucifica y duerme hasta el día siguiente.

Aun así, también es cierto que hubo una época en la que Descosido sí se quitaba su sombrero, eso fue de cuando Ella. Dicen que lo hacía en los bares cuando hablaban durante semanas, sus ideas se deslizaban por su nariz hasta caer “chof” en el café o en el cenicero; o cuando recorrían bocabajo las pirámides de Helsinki y el reguero de letras que caía les permitía encontrar de nuevo la salida; e incluso se descubría en plena calle a la vista de todos para poner su sombrero en los charcos y evitar que Ella se mojara los pies. Pero de eso hace ya demasiado tiempo y nadie se acuerda, pues fue cosa de cerdos agridulces y mariposas con paracaídas.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Roto y Descosido. La nevada de coches del 77

Como ninguno de nosotros, Roto y Descosido sí estuvieron en la nevada de coches del año 77. Ése fue sin duda un día celebrado del cuál incluso se han escrito obras de teatro y diccionarios epistemológicos, además de hundir por unos instantes a la industria del automóvil filipina.
Aquel día, como hacían de costumbre últimamente, Roto y Descosido dormían en la misma habitación después de una noche buscando sirenas en los ceniceros de los bares. Roto descansaba en su pecera mientras Descosido lo hacia crucificado al revés en su cruz de algodón, cuando, de repente, el sonido de los tapacubos al chocar con la acera les despertó pese a que apenas hacía un par o diez de horas que uno se había puesto la escafandra y el otro hundido sus clavos...
-¿Qué es ese alboroto sónico? - preguntó Descosido.

-¡El séptimo de caballería!- respondió Roto saltando de su pecera y mojando las paredes.

-No puede ser – negó Descosido – están de gira por Nueva Zelanda.

-¿Quizás el sexto?

-¿En lunes? Ni siquiera el tercero amigo Roto.

-¿Y si fuera el fin del mundo? - se preguntó Roto en voz alta y alarmado mientras desatornillaba los clavos de Descosido.

-No gracias, no desayuno los lunes, sólo café.

Rebuznando hacia la ventana se asomaron para ver tal insólito acontecimiento: cientos de cohes lloviendo bajo un cielo plateado de color anaranjado.

-¡Por Zeus!- gritó Roto – la ira de Cocheidón está cayendo sobre nosotros, ya lo decían los clásicos en sus Revelationis Catastróficum sobre el fin mecanizado del mundo. Lo recuerdo de la escuela perfectamente, éso y el olor de los pies de Pérez.

Creo que olvidaste de encender el hidrógeno ácico antes de dormir – respondió irónicamente Descosido mientras corría a encender la teleaudio para saber si daban alguna noticia al respecto. Roto por su parte buscaba su cazaimágenes. Finalmente la encontró y fue como un trueno a la ventana para sacar una instantánea. Puso el aparato en el modo cartel publicitario de principios del siglo XX, en blanco y negro para ser más artística, y apretó el botón hasta que hizo “click”. He aquí dicha imagen.

En el mismo instante se oían las carcajadas de Descosido desde el comedor, que se tripartía de risa de lo que veía, puesto que la nevada no era homogénea como la de bananas o guantes, sino que como lo son los automóviles, era clasista. De este modo, mientras en los barrios humildes caían 600, Fiat punto y algún microvante, los barrios ricos se veían invadidos de limusinas, Maserattis y tanques siberianos, tan de moda últimamente. Aunque la peor parte se la llevó el barrio de los traficantes, donde era un verdadero drama ver como los coches deportivos se amontaban hasta cubrir la totalidad de puertas y ventanas, debiendo lanzar la droga desde el tejado.

Pero eso no era todo, la teleaudio anunciaba que se cancelaban las clases en la universidad y que esta vez no era debido a la huelga del centollo sino a la nevada. Tanto la facultad de Ingeniería B de Filosofía Aplicada de Roto, que ya había abandonado hacía años, como la de Teoría del Bar y Partidas Comparadas de Descosido. Advertían además que ningún estudiante debería ir a clase bajo riesgo de ser detenido y llevado a un campo de concentración de la SESO.


-¡Remierda! - ladró Descosido – mi tiempo es un pedazo de cera para perderlo así-. Puesto que pese a no ir nunca a clase se tomaba sus estudios muy en serio. Mientras tanto Roto imaginaba qué castillos se podrían construir en aquel cielo plateado.

Como tenían el resto del día libre según las autoridades, decidieron salir a pasear bajo la nevada, capturar imágenes y quizás incluso hacer algún muñeco de coches.

-¿Antes de salir debo coger mi paraguas? – preguntó Roto.

-No lo creo, la nieve de coches es bastante seca, no nos mojaremos mucho, si acaso un poco con el líquido de los frenos.

-¿Y qué pasa con los parabrisas? - insistía Roto – son engorrosos de limpiar del abrigo.

-Vaaaaaaaaaaaaaaaaale – admitió Descosido – entonces pongámonos el bañador y las gafas de bucear y salgamos de una vez.

-Dicho y vestido – canturreaba Roto mientras Descosido se cambiaba de sombrero.

Aquella, sin duda alguna, fue una tarde de ensueño, admiraron la caída de los coches mientras comían un helado a la brasa, sacaron imágenes, hicieron muñecos de coches con bufanda y sombrero, jugaron a tirarse neumáticos y volantes.., sin duda parecían dos niños con cuentagotas nuevos. Y lo mismo sucedía con el resto de la gente, que parecía que tampoco debían ir a trabajar y habían salido a la calle con sus niños y elefantes. Todos sonreían y eran amables, incluso aunque sólo fuera por un día, tal vez parecían buenos.

Pero no fue así todo el día, después de unas horas y de que la impresión inicial pasara por la cornea hacia la retina y se procesara en el cerebro, la gente que es estúpida pero no tonta, empezó a coger coches para quedárselos; así que aquí uno se apropiaba de un BMW, allí otro de un MWV, etc., ya que los coches nevaban como debía ser y caían al suelo con las llaves puestas en el contacto. Los más avariciosos, que no eran pocos, iban en peregrinación hacia los barrios ricos en busca de los tanques siberianos, pero debían tener cuidado puesto que un alud podía dejarlos totalmente sepultados bajo la nieve mecánica.

Roto y Descosido, que eran bobos pero no tontos, decidieron sumarse a la orgía del automóvil de ocasión apropiándose de uno pese a que ninguno de los dos tenía el permiso de conducir en regla (a Roto le había caducado en 1789 y con tanta Revolución Francesa y funcionario en la calle no pudo renovarlo, luego ya se le fue olvidando; mientras que a Descosido se lo habían retirado la SESO por conducir sonriendo). Pero ese día todo les daba igual puesto que todo parecía permitido y hasta las farolas cantaban.

Se hicieron con un descapotable rosa con un rayo azul metálico que lo cruzaba de principio a fín que parecía decir soy una pantera rosa atropellada por un rayo. De modo que todos ya tenían un vehículo propio, era el sueño de Henry Ford caído del cielo, y venga coches y más coches, y algunos maldecían haberse comprado uno el día anterior. Y por la teleaudio llegaban noticias del crack del 77 en Filipinas, donde los principales fabricantes de coches se tiraban desde las ventanas, suicidándose por la quiebra inmediata, produciendo una lluvia de hombres en lugar de coches, haciendo buena la frase de que nunca llueve a gusto de todos.

Pero en el barrio las noticias de Filipinas quedaban ahogadas por el rudio de las bocinas que tocaban al unísono la melodía de Autobahn mientras daban vueltas y más vueltas a la rotonda de Alexander Cummings, una de las más grandes de la ciudad. Parecía que tanta felicidad no iba a terminar nunca e incluso nacían parejas que se casaban en lujosos tanques para divorciarse dos coches más atrás, en cualquier utilitario. La vida iba acelerada como un fórmula 1 por un solo día.

Pero toda fiesta tiene su fin y tras tanto bocinazo, bodas y bailes, pasados ya algunos días los coches se fueron derritiendo poco a poco en la acera dejando un rastro de óxido podrido y un hedor a aceite quemado. Los ejecutivos filipinos volvieron a escalar los edificios en modo de rebobinar para volver a sus oficinas, la ciudad volvió a su habitual color gris azabache y la gente, que había vuelto a trabajar, borró con acetona sus sonrisas y volvieron a su estupidez habitual.

-¿Crees que volverá a nevar pronto? Le preguntó Roto a Descosido mientras fregaban los cepillos de dientes de la cena...

-Espero que no – respondió evasivo Descosido.

jueves, 4 de febrero de 2010

Roto y Descosido. Sus corazones


Roto y Descosido tienen corazón, en éso no son distintos a ningún radiador ni a cualquier hombre supramoderno de antaño. Ahora bien, también es cierto que presentan ciertas anomalías o diferencias con el resto de corazones, incluso entre los suyos, que no les permite ser intercambiados o pasar fácilmente la Inspección Trianual Ventricular (ITV). De hecho sus corazones han ido variando según el paso de los años, libros leídos y decepciones adquiridas por contagio sanguíneo, pero aun así palpitan como el de cualquier lector medio, y las razones siguen siendo un misterio para todos. Pero vayamos por corazones:



El corazón de Roto es ventricular cuneiforme, casi palimpsesto, por lo que bombea según un modelo de válvulas P que se autogestiona bajo un sistema de mancomunidad marxista donde la sangre circula básicamente mediante la votación explícita de ninguno de sus miembros, hecho que provoca a Roto más de una arrítmia e incluso paro cardíaco durante el 1º de Mayo, día en el que sus válvulas salen a la calle para manifestarse con pancartas y sonajeros. Lo mismo sucede en las fiestas de guardar y, a veces, tanta pancarta y tanta calle es realmente incordiante para Roto, que debe descansar en casa.





Por este motivo, su corazón es débil y susceptible, entrelazándose las piezas y cavidades mediante una argamasa cardíaca habitual a base de fluor que compra en la gasolinera. Asimismo miles de recuerdos, nombres y castillos que no fueron llegan diariamente al corazón de Roto través de sus glóbulos azules, que viajan en zumos polares. Una vez allí son pasados por la trituradora para mezclarlos todos, cayendo como virutas de palabras sobre la cabeza de sus células invisibles, que saben de todos sus secretos.



Por otro lado, el corazón de Descosido es igualmente irregular, funcionando con un modelo de bloques federados laicos bajo un régimen anarcocapitalista que le permite hacer lo que quiera con su tiempo y dinero (que en realidad son lo mismo). Su corazón carece de votación por ser una dictadura, pero padece de taquicardias por tanto desfile y discurso.



Provocado por tanto sobresalto, el corazón de Descosido le dio un susto hace unos años y le tuvieron que reemplazar la mitad de las piezas por otras de importación japonesa. Pero fue peor, puesto que cada festivo y fin de semana sus glóbulos se declaraban en huelga de superproducción, bombeando el doble y provocandole más taquicardias y numerosas borracheras. No obstante, las precisas piezas japonesas le trajeron alguna ventaja puesto que, a diferencia de Roto, ninguna francesita con boina checa y acento húngaro podrá romperle el corazón por falta de comunicación entre los órganos.
Además, y por preacución, Descosido se hizo instalar en su última ITV una caja negra donde esconder sus riesgos nocturnos, poder descifrar sus andanzas con otros corazones y dejar testimonio de su muerte el día en que llegue. A Roto esa idea le pareció demasiado macabra y prefirió comprarse un helado de tabaco.
Aun así, ambos ahorran para en la próxima inspección hacerse con uno de esos cazamariposas cardíacos que detectan los rádares de la Sociedad de los Estropeadores de Sueños y Olvidos (SESO). Sin duda, la vida sería más agradable sin ellos.

lunes, 1 de febrero de 2010

Roto. Sus orígenes

Era una noche soleada, Roto nació con una esquina doblada y una oreja de más, hecho que le provocaría más de una y mil burlas tanto en la escuela primaria como en el Instituto de Maquetación de Filtros Poéticos, donde estudiaría más adelante. Fue por ello que decidió esconder su defecto congénito tras múltiples palabras con tilde: camión, canción, crítico.., detrás de ellas se parapetaba -también detrás de detrás, de escondía y de también-, para que no vieran su oreja adicional. De este modo nadie notaba la diferencia y, cada vez que alguien intuía su particularidad, Roto se lanzaba...

“copón
colchón
allá
almidón
más
¡¡¡Epíteto!!!”

Las pupilas de los curiosos chocaban de bruces contra tanta tilde y Roto respiraba aliviado, mientras que de la esquina doblada nadie tuvo nunca noticia, quizás ni él mismo. Aun así, no pensemos que todo eran pegas y colas con la dichosa oreja, puesto que tal particular situación le trajo dos cualidades especiales e imprevistas: por un lado sabía escuchar como poca gente sabe a los demás, hecho extraño y añorado, sobretodo desde la invención de los orales portátiles y los audioterrenos móviles. Roto se sentaba ojiabierto y era capaz de mirar a alguien y deborar sus palabras a cucharadas, añadiendo de paso nuevas palabras con tilde a su colección. Si alguien fruncía el ceño y atisbaba algo extraño, él no dudaba ni un segundo: “¡¡Baladí!!”, y el otro seguía hablando como si nada, contando sobre amoríos, dinosaurios o recetas, aunque un pelo receloso. Por otro lado, adquirió una gran sensibilidad para la música, la cuál se pasaba horas y días escuchando arrellanado en su cama. Sacaba al aire su oreja, la tercera, y gozaba ya fuera de Mozart como de un camión de la basura, moviendo sus manos y pies al compás. Además de estas curiosidades, físicamente era bastante alto para ser bajo aunque un poco feo para ser guapo, y se peinaba con tenedor.

Después de sus estudios en el IMFP trató de estudiar en la Universidad, decidiéndose por la Ingeniería B de Filosofía Aplicada, pero le decepcionó, sobretodo debido a la escasez de prácticas paracaidísticas y a las malditas huelgas del centollo. De modo que no tardó mucho en dejarlo, encadenando durante meses varios trabajos otro tras uno: banquero, ladrador, lector para pasteles, paseador de Biblías, auscultador, bandido mexicano, camarero acuático, perforador de vasos, morsa, Vedette, lavametros, dios azteca, artista ciego, decapitador en la Revolución Francesa, vendedor de orales portátiles, gruppie e incluso profesor, pero ninguno le satisfizo realmente. Tras pensarlo poco y beberlo mucho, decidió finalmente pedir una Beca Real para construir castillos en el aire, hecho que provocó más de un disgusto a la familia que no tenía y a sus amigos republicanos que era uno, pero a Roto le dio lo mismo puesto que no era de ideologías o era de todas, lo suyo era escuchar, así que se estableció feliz entre las nubes. Tenía 18 años.

Pero no pasó mucho tiempo hasta lo acusaran de falsificador de volutas y de plaquetas YTONG de 7cm de espesor, quedándose por ello sin trabajo, suspendido en el aire y sin ángel de la guarda. En ese momento descubrió que ya estaba quebrado para siempre y que miles de tildes no solucionarían nada. Pero bueno, de esto hace ya mucho tiempo, en los orígenes de Roto, dentro de 20 o 30 años...