lunes, 19 de marzo de 2012

La aduana de los sueños

Una larga cola de monos azules que vuelven al trabajo. Una hilera de miradas al suelo de poco a nada y un tristres de peldaño bajo. Ni una palabra. La REALIDAD se había hecho más fuerte y los sueños se habían vuelto difícil de enlatar. Los tiempos estaban cambiando tiñéndose de azul.

Aunque si bien y de antemano no podían cavar en nuestros sueños, porqué allí no llega ni la luz del sol, las SESO sí podían esperarlos cuando llegaban con ellos al cruzar la frontera de la duermevela. Uno a uno, y desde la nueva ley de aduanas y recelos del 1812 a.C, empezaron a tener que pasar por ese registro de los sueños.

Y allí estaban todos justo antes de despertar, uno vestido de vaquero, otro de astronauta, de futbolista, con su secretaría, aquella de princesa, de revolucionario tíldico, de futbolista, malabarista, contrabandista de silencios o asesino de superiores sin anestesia. Algunos iban de futbolistas, escapistas, emperadores romanos, piratas, superhéroes, padres con hijos o hijos con padres, boxeadores, amantes exhaustos o célibes esposos, mártires o dictadores. Alguno iba con su profesora de cuando tenía 12 años, otro de líder del centollo, explorador oceánico, torero o incluso simplemente feliz. Una lista de lo que solo eran cuando no eran aquello que debían ser pero que en el fondo vaya si eran.

Y todos esos sueños yuxtapuestos en fila doble se agolpaban al llegar a la aduana de los sueños, donde una fuego ardía al lado de los sesudos realistas que resoplaban ansioso como cerdos asmáticos en celo. De a uno a otro, los paraban para desvestirlos y escupirles con gruñidos, poniéndoles después ese horrible mono azul de los lunes que tanto odiaban, y aquí os quedáis quimeras noctívagas y a la hoguera con el traje de vaquero, las plumas, la corona y todo el humo tíldico que sobrevolaba la aduana hacia el olvido. Y siempre ese mono azul. Y al salir a caminar con un yunque en los hombros y las caras que ya eran las que les habían dado al nacer de modo que iban olvidando poco a poco si se habían acostado con su secretaria o sondeado las entrañas de océanos secretos.

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